Es domingo por la mañana. Son las 11. El despertador no suena, pero un reconfortante resplandor solar ha quebrado tus sueños. Has dormido ocho horas y te sientes fresco, sin la sensación habitual de taladros en el cráneo. Encima, huele a tostadas, o a huevos fritos, o a zumo recién exprimido. El caso es que huele a comida recién hecha, edulcorada con el delicioso sabor de la “vaguería”, la libertad y el amor. Sí, porque probablemente será tu chico o chica el/la que se haya puesto manos a la obra en la cocina y te haya preparado el primer banquete para abrir el día.
El desayuno típico en la cama
Abres el ojo y un aroma alegra tu sentido del olfato. Tu pareja, que sonríe con una bandeja en la mano, te ha preparado una sorpresa gastronómica. Ya viste esto en algunas películas y te pareció bastante cursi, pero tienes hambre, se lo ha trabajado y ese pequeño ágape huele que alimenta. No hacen falta ni flores, ni regalos, ni nada más. El detalle es el desayuno y hay que disfrutarlo juntos. No se necesita ningún estereotipo más aparte del acto en sí, que ya lo es un rato.
Sobre la bandeja, un muestrario de tostadas, mantequilla, croissants, margarina y mermelada. Esta última es natural (de albaricoque, ciruela, fresas o higos) y sabe como recién hecha. Al lado de ella, un pincho de tortilla para añadir salado a la ecuación, un café calentito (o leche con cacao, que para gustos están los colores) y, como remate final, un vaso de zumo que todavía huele a naturaleza, a explosión cítrica.
Abundancia en el salón
Como si vivieras en Inglaterra, el desayuno en el salón, sobre todo en invierno, merece una buena meditación. La mesa está lista con el mantel vintage de esa tienda con porte francés, pero el contenido rezuma la gracia del puchero y la sartén en su estado más castizo. Los huevos con bacon son obligados, así como las salchichas, las baked beans (judías) y una taza de té (con o sin leche).
En este sentido, cualquier alimento es válido, pero el salado debería ser la nota dominante, aunque caiga alguna galleta o trozo de bizcocho (de esos de abuela) e, importante, un pequeño bol de fruta (macedonia o frutas concretas, como frambuesas) para rebajar el componente graso y proteínico.
Pureza mediterránea en el jardín/terraza
Mientras sigues el rastro del olor, tu estómago entra en rebeldía. Al fondo del salón, en la pequeña terraza que oxigena vuestro piso céntrico, o en el jardín que sirve como pulmón del nidito de amor, el panorama es para chuparse los dedos: una mesa, dos platos, dos vasos, cubiertos y un surtido de rebanadas de pan, tomates en dos mitades y el oro líquido que alegra todos nuestros platos: el aceite de oliva. Un buen zumo recién exprimido para endulzar el desayuno y láminas de jamón para añadir proteínas y redondear el banquete. Si es primavera o verano, añade horchata y fartons. Con el aire del exterior y el aroma a campo, siempre y cuando disfrutes de jardín con vegetación, el resultado es una oda para los sentidos.
De la granja
Los embutidos que te esperan sobre la mesa de madera del jardín, o junto a la mesilla del salón, son la pieza que necesitas para poner en marcha la maquinaria con estilo. Jamón, butifarra y lomo son productos de nuestra tierra que también triunfan a la hora del desayuno. También el queso, un complemento elegante y sabroso para acompañar tus rebanadas de pan y sentirte en mitad de la Provenza francesa. No obstante, quizá sea demasiado pronto para abrir una botella de vino (sabemos que un buen Saint Emilion pegaría perfectamente), así que opta por el café, la leche y los sucedáneos después de engullir los embutidos.
Festival dulce
Te has levantado goloso, con la cara sonriente, el estómago feliz y la imaginación desbordada de un niño. En la mesa, tu pareja ha colocado los bollos de siempre (trozos de napolitanas, caracolas, ensaimadas, suizos y trenzas), pero también delicias repostera de la nueva cocina hipster, como muffins, cupcakes o porciones de pastel (zanahoria, red velvet, limón, chocolate…).
Aunque estas maravillas deberían ser artesanas (hay pastelerías excelentes si no sabes hacer magdalenas, tartas o bollos), algún bocado de comida industrial, mientras sea puntual (no te pases ni un pelo), tampoco es para tanto. Las tortitas o los churros con chocolate pueden ser la guinda del pastel, con nata y todos los siropes que te apetezcan. ¡Un día es un día!
Mares y ríos
Aunque resulte curioso para algunas personas, el producto del mar es perfectamente viable en un desayuno completo. Y es lo que tu pareja te ha preparado, como en un salón nórdico. El salmón finamente laminado, la palometa, las anchoas o el bacalao, todos ellos ahumados, son pescados que puedes incluir en tus tostas con aceite. También los arenques, a menudo acompañados de alguna salsa, como la mostaza más exquisita.
Para los más sanos
Si no te saltas la dieta ni siquiera los fines de semana, también puedes disfrutar de un desayuno “para campeones” perfecto para dejar tu body a punto. Para ello, tienes dulce y salado para elegir. ¿Qué prefieres? El pavo, el pan, los tomates… Sí, muy tentadores… Pero, por otro lado, cereales integrales, leche (de soja y de almendras), fruta y zumos (sin azúcar extra, que ya llevan bastante). No hay nada como tener varias opciones y mantener la línea con cualquiera de ellas.
¿Te ha entrado hambre? Espera a una de esas mañanas reparadoras en las que no existen preocupaciones y, sobre todo, los cafés rápidos y los cuatro bocados han pasado a mejor vida. ¡Desayuna en pareja y dale un gusto a tu vida (y a tu estómago, claro)!
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