7 peleas que puedes tener en la organización de la boda y cómo puedes evitarlas

Dos no discuten si uno no quiere... a menos que se esté organizando una boda. Te contamos cuáles son los temas por los que quizá discutiréis y cómo solucionarlos.

7 peleas que puedes tener en la organización de la boda y cómo puedes evitarlas
Foto: Lidia Clemente
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Dos no discuten si uno no quiere… a menos que se esté organizando una boda. En este caso, las peleas pueden surgir de la nada: basta con encender una mecha (nervios, estrés, un proveedor que se cae, invitaciones que no llegan, familiares ‘quejicas’…) para que  todo salte por los aires cuando menos te lo esperas. ¿Cómo evitar las discusiones preboda y llegar a la luna de miel sin enfurruñarse de más? Te contamos siete peleas que se dan en casi todas las bodas, y qué puedes hacer para prevenirlas.

1. El dinero

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El problema nº1 a la hora de organizar cualquier boda y fuente de muchos conflictos. A menos que contéis con presupuesto ilimitado, tanto si pagáis vosotros mismos la boda como si contáis con ayuda de vuestros padres la organización del presupuesto suele acabar derivando en algún que otro desencuentro tarde o temprano. Un ejemplo: el precio del traje de novia, que sólo disfrutas tú (más o menos) acaba siendo igual al de la luna de miel, que disfrutáis los dos. desde fuera parece injusto, pero como todo, depende de la luz con que se mire. En estos casos, lo mejor es mantener la cabeza fría y asegurarse de que conocéis las prioridades del otro de antemano: ¿qué es prescindible y qué es fundamental para ti? ¿Y para él?

2. Familiares entrometidos

Un clásico de las bodas españolas y en realidad en las de medio mundo, son los familiares que acaban dando su opinión en todo: desde cosas pequeñas, como el diseño de las invitaciones o los centros de mesa, hasta las decisiones de gran envergadura, como la fecha o incluso el lugar de la boda. Organizar una boda es poco menos que un cursillo exprés de adaptación, confianza y compromiso, y lo último que necesitáis son presiones externas, incluso si provienen de personas muy queridas.

Si este tipo de opiniones empiezan a afectar a vuestra relación de pareja, lo mejor es escudarse de dentro hacia afuera, por difícil que sea, protegiendo siempre el núcleo que sois tú y él, evitando los enfrentamientos directo. Habla con las personas en cuestión e impón límites, pero de manera sensata y sin herir sentimientos. Si las tensiones vienen de parte de la familia de tu pareja, es momento de dejar las rencillas a un lado y comenzar a aceptar a esas personas como parte de la vida que estás a punto de iniciar.

3. Nivel de implicación

Siempre hay una parte de la pareja que está menos implicada que la otra en la boda. El estereotipo suele estar marcado por el novio aunque en realidad (si por ejemplo tomamos de ejemplo una boda gay entre chica) depende más del tipo de personalidad de cada uno (uno es más organizativo que el otro, o más creativo, o prefiere las cosas sencillas en lugar de tener decenas de opciones entre las que elegir), así como de los intereses personales; a uno puede encantarle la decoración, el diseño o las paletas de color mientras que el otro tiene que hacer un esfuerzo mayor para involucrarse porque no son cosas que normalmente captarían su atención.

Cuando esta balanza se desequilibra llegan los problemas: la parte más implicada tiene la sensación de estar haciéndolo todo, mientras que la otra puede sentir que no se la tiene en cuenta en nada. En estos casos lo mejor es sentarse a hablar y buscar qué es lo que le resulta interesante a cada uno y con qué aspectos podemos disfrutar más. En vez de la decoración puede ser la elección de la música, la comida o la fotografía…

4. Invitados ‘conflictivos’

Por ejemplo, nuestras ex parejas. ¿Las invitamos o no? O el clásico amigo íntimo del novio que no nos cae nada bien pero que no sólo está invitado sino que además va a ser testigo de la boda. En estos casos lo mejor es no ponerse a la defensiva e intentar entender que hay un motivo por el que esa persona es importante para nuestra pareja: pelearse por amigos o ex novios no suele conducir a nada, especialmente si la otra persona se ve obligada a ‘elegir’ entre nosotros o ellos. Descubre cómo crear la lista de invitados perfecta y 8 personas que no tienes por qué invitar a tu boda.

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Foto: Volvoreta Bodas

Muchas veces estas situaciones derivan en una sensación de impotencia o resentimiento: mejor dejar aparcados los celos (a estas alturas no sirven para nada) y probar a hacer migas con esa persona que es tan cercana a quien se va a convertir en tu compañero de vida. Quizá descubras que tenéis más en común de lo que pensabas.

5. Invitados que no confirman

No todas las peleas se producen en el seno de la pareja: a veces, si los nervios están a flor de piel, también podemos llegar a enfadarnos con una hermana, una amiga o cualquier otro invitado. Una de las principales fuentes de conflicto es la falta de confirmación a tiempo, y que tengas que estar persiguiendo uno a uno a tus amigos y familiares para que te digan si van a venir o no. De la lista definitiva de comensales depende uno de los grandes quebraderos de cabeza de las parejas que se casan: el seating, y hasta que no la tengas en tus manos no podrás ponerte manos a la obra.

El seating, o lo que es lo mismo, dónde sentamos a cada uno, en qué mesa y al lado de quién, es ya de por sí difícil y propenso a las discusiones, y lo último que necesitas es estar retrasándolo. Para ahorrarte disgustos, envía un save-the-date tan pronto tengas decidida la fecha, para que los invitados puedan empezar a organizarse.

6. Los invitados ‘de compromiso’

O lo que es lo mismo: aquellas personas que no nos son muy cercanas pero que acabamos invitando por distintos motivos. Jefes, jefes de nuestros padres, jefes de nuestros suegros, sus antiguos compañeros de trabajo, personas que nos invitaron a su boda hace años… Esta pelea es otro clásico que además puedes mantener a dos frentes: con tu pareja y con tus padres, especialmente si están pagando parte de la boda. Si es así, tienen todo el derecho a elaborar su propia lista de invitados, y hay poco que puedas hacer, a menos que quieras (o puedas) afrontar con los gastos de la boda por ti misma. Si ves que la lista de invitados se eterniza y tú lo que quieres es una boda pequeña, háblalo con tus padres o con el novio, y busca un punto intermedio que contente a todos.

7. La luna de miel

Todo marcha sobre ruedas, tienes todas las citas con los proveedores al día, las pruebas del vestido van viento en popa y no puedes esperar a estar tumbada en una playa en Bali una vez haya terminado todo… excepto que, cuando se lo cuentas a tu pareja, te enteras de que lo que él quiere es pasar la luna de miel en la Patagonia argentina, y que Indonesia ni siquiera se le ha pasado por la cabeza. En estos casos lo mejor es contemplar las distintas opciones e intentar contentar a las dos partes por igual, para evitar tensiones y sobre todo futuros resquemores y ‘te lo dije’. Algunas ideas: dividir el viaje en dos mitades con dos destinos diferentes, o elegir un destino que combine varios aspectos importantes para ambos, como relajación, romanticismo, aventura y compras.

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