8 malos hábitos que deberías suprimir al vivir en pareja

Cuando vas a vivir en pareja hay ciertas cosas que cambian y hay que adaptarse al otro... ¡Toma nota de estos consejos!

8 malos hábitos que deberías suprimir al vivir en pareja
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No estás solo. Ahora vives en pareja, con una persona a la que quieres y, sobre todo, respetas. Por ello, no tiene sentido que sigas desarrollando ciertos malos hábitos que tus padres (son tus padres y tienen que quererte así, por desgracia) o tus compañeros de piso (hay cosas que siempre quedarán entre esas inciertas paredes) soportaban. Por este motivo, te contamos, con todo el cariño del mundo (y todo el tacto posible), qué no debes volver a hacer JAMÁS en casa si quieres que tu aventura en común tenga algún futuro.

Mala gestión del tiempo

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Como decimos, no vives solo y vuestro baño, posiblemente solitario en toda la casa, no necesita una dedicación tan exagerada. Tanto para aliviarse como para prepararse, el baño es de los dos. ¿Compartir? Depende del grado de escrupulosidad e intimidad de cada uno, pero recomendamos que, en cierto sentido, la “magia” de la pareja se mantenga durante un tiempo. Por ello, intentad que las duchas no duren más que Lo que el viento se llevó. Buscad otros espacios para algunas de vuestras tareas personales, como la habitación, y dejad el baño para asuntos verdaderamente importantes que no pueden realizarse en otro sitio. En ese caso, el tiempo es oro y debe administrarse correctamente, sin que te dejes llevar como si estuvieras en algún lugar de retiro. Esto no es un balneario, es tu casa.

¡Ojo! El asunto del tiempo puede extrapolarse a muchos ámbitos. Ahora, sois más pareja que antes y lo suyo es que salgáis de casa a la vez si habéis quedado con gente en común. Si alguien tarda demasiado en salir de casa, el otro le esperará con cara de mala leche y demasiadas visitas a Instagram.

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Suciedad

¿Qué es ese objeto no identificado que duerme en la esquina de tu baño? Una escobilla de váter. ¿Su función? Dejar el inodoro impecable cuando el asunto se nos ha ido de las manos. ¡Úsala! No muerde ni es un hervidero de enfermedades (depende de por dónde la cojas).

Por otro lado, cuando derramas la leche, una Coca-Cola y otros líquidos, lo mejor es levantarse, coger papel/balleta y limpiar. Cuando vivías con tu familia, tu madre se levantaba, lo limpiaba y te pegaba una colleja, pero el modus operandi se mantenía hasta el último momento. Con tus compis de piso, la mancha se quedaba allí de por vida, albergando vida inteligente y una posible civilización. Así pues, este hábito debe cambiar en la nueva casa, pues nadie va a limpiarlo por ti y tu morada debe estar presentable.

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Sonidos molestos

Qué bonita era la adolescencia, ¿verdad? En tu habitación, la música sonaba a todo trapo y los vecinos llamaban a la policía, pero te daba igual. En tu casa de estudiantes, el problema se multiplicaba por mil, acompañado por berridos, risas y todo tipo de sonidos que solo un universitario desfasado es capaz de emitir. Ahora, todo eso se acabó. Compartes casa y el ambiente debe ser agradable, sin hacer lo que te dé la gana. Si ambos sois fanáticos de la música metal y os gusta reventaros los tímpanos cada día, adelante, pero intenta que la otra persona esté de acuerdo. Lo mismo pasa con el cine, las series y los videojuegos si uno de los dos no está a favor de ese espectáculo.

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Algunos invitados

Todo el mundo tiene derecho a invitar a sus amigos alguna vez, pero lo suyo es que ambos integrantes del hogar compartan esas amistades. Si no está la otra persona en casa, no hay ningún problema, pero, a no ser que ambos forméis parte del plan (siempre es positivo conocer a los amigos de tu pareja), no es divertido que tú la estés liando en el salón mientras tu pareja disfruta de Netflix en la habitación (más que poco divertido, es muy raro). En este caso, que puede darse a veces (no hay que cortar las alas en ningún sentido), tampoco montes un escándalo. Cuando uno está a solas con sus amigos, su comportamiento varía y puede salir un lado oscuro.

Asimismo, es bueno marcar ciertos límites cuando la situación lo requiera. Hay invitados que no saben cuándo irse y, como quien ni quiere la cosa, se quedan también a dormir. Siempre hay excepciones, pero también hay gente muy pesada a la que hay que saber poner fronteras. Antes daba más igual, pues tu casa no era seria y allí entraba cualquiera, pero ahora compartes y no viene a cuento que esa persona se haya quedado a desayunar.

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 Manías (muchas de ellas poco higiénicas)

Aunque resulte ridículo afirmarlo, tú eres tú, con todas tus cosas. Sin embargo, algunas características de ese tú tan extraordinario deberían quedarse en el felpudo. No cambies; simplemente, intenta ceder para que la convivencia sea mejor. No tiene por qué variar tu peinado, tu filosofía de vida o tu ideología política, pero no pasa nada por bajar la tapa del váter. Lo de dejar la toalla en el suelo por deporte, tan mojada como un mastín sacado de un río, tampoco es positivo. No forma parte de una convivencia sana. Poner los pies encima de la mesa nueva, dejar los platos en remojo una semana, cortarse las uñas en cualquier lado, soltar flatulencias como en casa de tus colegas, no sacudir los pies en el felpudo en un día de lluvia, hacer la cama al volver a casa o dejar el lavabo con vestigios de cualquier afeitado tampoco es especialmente divertido.

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Comidas individuales

Cuando compartías con amigos piso y llegabas tarde a casa, una pizza congelada/panini/flauta/rosca te solucionaba la jugada. No digamos que seáis siameses, pero lo suyo es hacer una comida conjunta, aunque se trate de esa pizza o ese panini. Piensa en la otra persona y no solo en tu bocata de jamón. Prepárale otro o sugiere alternativas en esos días raros, pero siempre cuenta con él/ella para estos asuntos. Podéis comer cada uno una cosa, pero intenta ser amable.

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Compras egoístas

El carro de la compra a base de cerveza, galletas, pizzas y preservativos ya ha pasado a mejor vida. También el compuesto por cuatro tomates, quinoa, helado y acondicionador. Con estos estereotipos coleando, pues resulta difícil atender al carro de la compra de cada hombre y mujer, sugerimos que se mire por el bien común. Evidentemente, abogamos por una dieta equilibrada y que cada miembro de la pareja atienda a sus necesidades y caprichos, pero debe haber consenso en la mayoría de cosas y no tirar de egoísmo.

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Vaguería

Después de vivir en casa de los padres, resulta muy chocante empezar a desarrollar ciertas tareas. Aunque este tipo de actividades deberían realizarse también en casa de los padres, la costumbre es que los hijos ignoren las directrices de sus progenitores, lamentablemente. Pero cuando ya no están tus papis para solucionarte la papeleta, te toca a ti y debe haber igualdad en el reparto de tareas. Nadie en su sano juicio debería dejar que una de las dos personas afrontara un Everest de plancha mientras la otra se divierte con reposiciones de Tu cara me suena.

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Si ya vives en pareja y practicas estas malas costumbres, deberías empezar a suprimirlas desde ya. ¡Es urgente! Tu convivencia y educación dependen de ello.

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