Se dice que cuando a una pareja le ilusiona preparar su boda, eso se nota. La boda de Carmen y Hugo, magníficamente capturada en imágenes por Alejandra Ortiz, es una prueba clara de ello.
Su historia de amor comenzó hace tres años en el puerto puerto del Musel (Gijón). “Yo trabajaba allí de topógrafa en una obra y él en la cetárea del Musel. Todos los días íbamos a desayunar a la misma cafetería y ahí empezaron las primeras miradas de complicidad. Tanto miraba que ya hasta mis compañeros lo saludaban y un día nos encontramos en un semáforo (cada uno en su coche) y por fin se decidió a pedirme lo que yo llevaba meses esperando, el teléfono”.
Así comenzaba una historia de amor que culminó con una pedida de mano de lo más original: “El 14 de febrero de este año tras varios avisos de que se quería casar pronto, amanecí con un anillo y una pregunta a modo de postal en el ipad. ¿Quieres casarte conmigo? Inmediatamente emocionada cogí el teléfono y le pedí que por favor viniera que eso bien merecía contestar cara a cara y con un beso”, nos cuenta Carmen. Y solo unos meses después llegó el sí quiero.
Carmen tuvo claro desde el principio quién la vestiría en su gran día. “Tuve claro que quería que me lo hiciera Nicolás Costura. Ya en la primera visita, con su serenidad y su dulzura y tras ver algunos de sus diseños tuve claro que el sería el diseñador. Además Nicolás viste en casa a todas sus novias y me encantó ese detalle”, explica la novia. La manga era la única duda que surgía y pronto lo solucionaron. “Enseguida captó mi idea, y fue capaz de realizar el vestido de mis sueños. Quería manga a toda costa pero para un dos de agosto me daba miedo pasar calor. Cuando vi los maravillosos bordados con pedrería en color plata antigua quede enamorada y decidimos hacer un cinturón con las aplicaciones”.
Mantener su personalidad en el día de su boda era muy importante para Carmen que sabía que su pelo se peinaría suelto para ese día. La elegida para peinar su cabello rizado fue María Barbón, su peluquera de toda la vida. Para el maquillaje, muy natural, confío en Lorena Carbajal, de MAC. Y como toque final, un pequeño tocado hecho con las mismas aplicaciones del vestido que le daban un toque romántico al look de la novia.
Como joyas, Carmen lució su anillo de pedida, un anillo clásico de oro blanco con un brillante de la joyería Gilsanz. Los pendientes fueron un regalo de su madrina, largos y de inspiración vintage en plata antigua como las aplicaciones del vestido. Como cualquier novia, los zapatos y el ramo fueron dos elementos que Carmen escogió con cuidado. Los primeros, fueron de hecho lo más difícil de encontrar para esta novia que apostó por unos zapatos de gran tacón en color gris azulado. El ramo, de Pando floristas, estaba compuesto por peonias rosa, astilbe y paniculata.
El novio, por su parte, tampoco descuidó ningún detalle de su look y apostó por un esmoquin en gris muy oscuro y una pajarita negra, hechos a medida por Sastrería Arsenio (Oviedo). Entró a la iglesia acompañado por su madre y madrina, espectacular con un diseño en verde también de Nicolás Costura.
La llegada de Carmen estuvo rodeada de anécdotas. “Recuerdo con especial emoción los minutos antes de salir de casa, sacando fotos con la familia y con mi perro Lucas, que me hacía mucha ilusión. No paraba de mirar al cielo que se había puesto negro en ese momento. Recuerdo que quería salir media hora antes hacia la iglesia porque se veía la que iba a caer. Llevaban toda la semana anunciando lluvias y justo en el momento de salir de casa empezó a llover sin tregua. El coche escogido era un precioso Citroen Dyane 6 azul y blanco. A mitad de camino se caló, justo en el momento que más llovía, mi padre le pedía a mi amigo que acelerara, que tirara del aire, todo a la vez y aquello que no andaba… ¡A mí me entró un ataque de risa que no podía parar! Y es que si ese viaje de casa a la iglesia suele ser especial, en mi caso lo fue mucho más”, recuerda la novia.
Tras la ceremonia, los novios, acompañados por Alejandra Ortiz, se marcharon para hacerse sus primeras fotos como pareja, en las que su perro estuvo muy presente, mientras sus invitados se dirigían al Palacio de Valdesoto, donde tuvo lugar la celebración.
La decoración floral del Palacio corrió a cargo de Pando Floristas, pero Carmen también participó en todos los detalles de su enlace. “Para el sitting rescatamos unas ventanas antiguas de casa de mi abuela, que mi padre restauró y que sirvieron para poner los nombres de los invitados por mesas (cada cristal una mesa). También llevamos algún jarrón antiguo rescatado del horreo de mis abuelos que nos sirvió de atrezzo”, recuerda Carmen.
“Yo misma decoré con cuerda unos botecitos para poder colgarlos de los arboles con velas. A la hora del coctel, dos guitarristas (guitarra española) amenizaron el lunch. Se tuvieron que colocar dentro del palacio porque hasta unos minutos antes de que llegáramos estuvo diluviando pero enseguida la gente se fue animando con sus versiones y cuando nos dimos cuenta estábamos todos bailando antes de cenar ya!”, recuerda la novia.
Del catering se encargó Isaac, del Real Balneario de Salinas, que acertó con bogavante con pasta fresca, solomillo y lubina el plato estrella de la casa. “Todo estuvo exquisito”, recuerda Carmen.
Durante la cena tuvo lugar también otro de los momentos más especiales de la noche: el lanzamiento del ramo por parte de la novia al ritmo de Single Ladies de Beyonce. Y, cómo no, todo ello dio paso al baile de los novios, que escogieron el vals de Amelie para esos primeros pasos como marido y mujer.
Y es que el buen humor y los detalles estuvieron muy presentes en la boda de esta pareja que nos ha conquistado por su buen humor y su ilusión por su boda. ¡Que seáis muy muy felices!
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