Hola, soy Diogo Gaspar
Un padre apasionado, un esposo bendecido, un hijo orgulloso, un amigo para muchos y un ser humano en constante cambio. Un hombre feliz de ser parte de historias y vidas que se encuentran en las emociones y alegrías de momentos especiales .
Desde 2013 como fotógrafo de bodas, he estado buscando un estilo de fotografía espontáneo y verdadero. Me gustan las sonrisas sinceras, ver besos robados y abrazos apretados, una mirada de encanto, una lágrima de felicidad, quiero verme libre de emociones, quiero ser parte, quiero vivir, quiero amar y quiero contar la historia de tu felicidad .
Nacido en la ciudad de Niterói, en el estado de Río de Janeiro, de un país incomprendido llamado Brasil. Ahora portugués de corazón y derecho, soy un orgulloso hijo de una madre que nunca se cansa de enseñar y que fue parte primordial de esta curiosidad incesante por las artes. Pasé mi infancia como su asistente de dirección en el teatro, como observador de museos y bibliotecas, crítico a mi manera de cine, como nieto de locutor de radio, sobrino de un profesor de teatro, aprendiz de un poco de todo. Fue una infancia feliz y luchadora.
Aprendí técnicas de cerámica fría y caliente, dibujo a tinta, acuarela, lápiz grafito, gouache fino y grueso, scratches, filigrana, bailar jazz y ballet, clásica, flamenco, interpretar arlequines, Thecov, tocar la guitarra, ¡saudade! Bastante enriquecedor. Siento que he sido golpeado irrevocablemente por varias propuestas de arte desde el principio. Los recuerdos aparecen como un bloque de colores, volúmenes, formas, aromas, memorias al son del Rock Brasil de los años 80 con sabor a galletas de fresa. Tengo, hoy, una colección de cicatrices que me hace vivir siempre la analogía de lo que da fruto.
Conocí muchos lugares, pero mi primer vuelo en avión fue cuando tenía 26 años, hice amigos donde quiera que iba, pero pocos puedo llamar hermanos, me mudé y cambié un par de veces, fui un jugador victorioso en voleibol, baloncesto y balonmano, pero no en el fútbol porque soy malo con el balón.
Me gusta imaginar que mi viaje es una historia interminable de oportunidades, el movimiento que construye mi propia historia con la capacidad de improvisar y vivir feliz.
De forma inesperada encontré a mi amor en un show, en las arenas de la playa de Ipanema en 2001, y desde entonces hablamos todos los días de nuestras vidas. Roberta Meirelles, la estudiante de nutrición que hoy comparte conmigo el sueño de contar historias, sigue en mi locura, cuestiona mis teorías y ensoñaciones aunque se confirmen como verdades, es también la madre del bien más preciado que puedes encontrar en el camino… nuestro hijo Thierry. Mis amores, mis parejas, mis vidas.
