11 personajes que destacan en todas las fiestas navideñas

Aunque la emoción, la ilusión y la magia están a la orden del día, siempre y cuando no seas el típico amargado que ha crecido demasiado deprisa, la Navidad es una época complicada por la acumulación de eventos familiares. En muchas ocasiones, estos momentos tan especiales suelen ser un éxito. En otras, ciertos personajes se las ingenian para destacar, para bien o para mal. ¿Te suena alguno de ellos?

El cuñado

Está presente en todas las listas embarazosas, sobre todo en el apartado negativo. Muchas veces, este personaje puede triunfar, ser el alma de la fiesta y salir a hombros del lugar por sus dotes en el arte del villancico. Pero otras (la mayoría), este señor aprovecha la Navidad para sacar su humor ácido o los temas del pasado que todos quieren olvidar, además de lanzar pullas a diestro y siniestro. También pondrá en duda el estado del marisco, el precio del cordero y propondrá soluciones a posteriori, cuando ya están los langostinos encima de la mesa. No obstante, la política y el fútbol son los ámbitos donde se siente más cómodo. Él sabe cómo arreglar del mundo; ¿por qué no le habíamos preguntado antes?

Los padres

Éste papel suele rotar de género según la familia, pero el que ostenta dicho rol suele comportarse siempre de la misma manera. Se viene arriba en todos los sentidos. Se pasa todo la cena de pie llevando platos, cortando jamón, poniendo la mesa, reponiendo la mesa, sirviendo, bajando a por hielos, recolectando bebidas, cortando el cordero, yendo a por salsa, revisando todo… En fin, que busca que todo esté bien en todo momento. No mira a las personas, sino a la mesa y a los platos, por si falta o sobra algo. Después, quizá por la relajación que surge tras preparar los turrones, suele beber más de la cuenta. Se lo merece, por muchas tonterías que diga.

El niño tiquismiquis

Los padres (o las abuelas) suelen dedicarle esta frase: “¿te frío un huevo?”. ¿Por qué? Bueno, no suele ser muy buen gourmet, ni en el caso del marisco, ni de la carne, ni del pescado, ni de nada que se salga de su quinteto fetiche: pasta, filete con patatas, huevo frito, arroz a la cubana y hamburguesas/pizza. Quiere espaguetis para cualquier cena de Navidad y necesita un doctorado para entender qué significa ese muslo de animal anónimo acompañado de una salsa incomprensiblemente naranja. Es muy pesado y caprichoso, porque no se sabe adaptar. De hecho, quizá berree porque odia el pescado hasta que la abuela le prepare una tortilla francesa.

El antisistema

Generalmente es un adolescente/universitario con alma de revolucionario. Habitualmente, este personaje, disponible en versión masculina y femenina, renegará de la Navidad apelando al consumismo y a la hipocresía. Con el tiempo, se relajará y mantendrá sus ideales intactos, pero respetará a sus familiares y hará gala del espíritu navideño. Hasta que ese momento llegue, cerca de la treintena, se quejará de la cantidad de comida innecesaria, hablará de religión y política para apoyar sus ideales inconformistas, atentará contra la Navidad y los regalos y, en caso de ser vegano/a, se quejará porque los mayores no hayan preparado alguna alternativa a ese pobre faisán en su jugo.

El cocinero

Hombre o mujer, siempre está preocupado/a por el resultado de su banquete. De hecho, algún plato suele fallarle, seguramente por los nervios y la presión, aunque normalmente nadie le haga sombra en los fogones. Es un/a crack, pero esa noche no será su noche. Esas veladas son únicas, por lo que la tensión suele meterse con él/ella en la cocina, arruinando el experimento. En toda familia auténtica se recuerda una comida o cena lamentable por algún problema gastronómico, desde indigestiones masivas hasta incidencias en cuanto a cocción, preparación y demás. Cuidado con la sepia y las gambas a la plancha, que las carga el diablo.

El nuevo

Suele ser el novio o la novia de alguno de los jóvenes y es la primera vez que acude a un evento familiar. Destaca porque todo el mundo mirará hacia él/ella. Será acribillado a preguntas, el cocinero dudará que le guste la comida y se observará cada uno de sus movimientos. Su pareja estará a la otra punta de la mesa para que luche por su supervivencia sin ayuda, quizá como prueba. Su futuro suegro o suegra (dependiendo del género del personaje analizado) no le quitará el ojo de encima. Se le obligará a hacer cosas, sean las que sean (beber de más, comer hasta reventar, contar chistes, explicar anécdotas, hablar sobre todas las generaciones de su familia y sus respectivos puestos de trabajo…). Incluso a cantar, aunque, en ese momento, quizá ya esté llamando al ascensor.

El cantarín

En todas las familias hay alguien que canta o toca mejor que ninguno. Esa exclusividad le convierte en el cantante oficial de la familia, o al menos el que inicia todas los grandes hits navideños. Dentro de los villancicos, sus elecciones son las más frescas, con las correspondientes versiones subidas de tono que el abuelo desacreditará con alguna mirada de desprecio. Es como el flautista de Hamelín, pues todos le siguen y le toman como referente musical; una estrella del rock en versión folclórica y castiza. La botella de anís y la cucharilla de café suelen ser sus armas fundamentales, aunque también lo borda si utiliza la mesa como cajón. No hay nada ni nadie que pueda pararle.

El arrítmico

Dentro del apartado musical, siempre hay algún despistado que se pierde entre la melodía y la letra de los villancicos. Lo intentará disimular, pero solo pasará desapercibido para algunos. Si sale a escena el Adeste fideles, su actuación es digna de tomatazos. Sus incomprensibles golpeos del tenedor contra vasos, copas y platos propiciará una variación demoníaca de la canción original. Lo mejor es que alguien le quite ese tenedor de la mano y, sobre todo, impedirle que coja cualquier pandereta.

El payaso

Aunque haya familias más aburridas que otras, en casi todas hay un payaso que, de una forma más o menos graciosa, intenta añadir salsa a los momentos navideños. Habla demasiado alto. Su gorro de Papá Noel no falta, incluso los cuernos de reno que se han puesto de moda, propiciando juegos de palabras que no se deberían poner a prueba, solo por si acaso. Es el responsable del cotillón, aunque no sea Nochevieja; suelta comentarios chistosos en alto para desatar las risas y es capaz de montar numeritos para entretener a los niños. Después de ver y escuchar lo mismo durante varias décadas, quizá su discurso necesite renovarse o, incluso, morir, pero no está de mas que alguien intente animar la velada.

El abuelo

También puede ser abuela, pero normalmente suele tener forma masculina. ¿Qué le pasa a este señor? Por algún motivo, está cabreado desde el primer bocado de pulpo hasta el último trozo de mazapán. Después, con una leve sonrisa, se le irán cerrando los ojos poco a poco. Solo espabila cuando Papa Noel entra en escena, pero después de ese receso emocional, volverá a practicar su juego favorito: dormirse en una silla e inclinar su cuerpo a modo Torre de Pisa.

Los adultos en general

En plena adolescencia, e incluso hasta los 30 años, los jóvenes se avergüencen de la desinhibición de sus abuelos, tíos y padres, sobre todo de estos últimos. A los primos mayores se les da un poco más de cancha, pero tampoco es plato de buen gusto ser testigos de su peculiar desfase. Y es que, en eventos navideños, lo de cantar, bailar y hacer el tonto es una práctica habitual de los mayores. Hay que respetarles, porque les gusta estar en familia y eso catapulta su emoción hasta los límites del ridículo, pero siempre habrá algún joven con media cara tapada y mirando el móvil para no morir de vergüenza ajena. Con la edad se le pasará.

¿Te reconoces entre estos peculiares seres? Si perteneces al grupo que hay que evitar, lo sentimos. Asume que serás ignorado. Si no eres uno de ellos, es mejor saber lidiar con cada uno de los mencionados. ¡Sígueles el rollo! O huye, huye lejos, y no regreses.

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