A todos nos emocionan las situaciones idílicas que ponen cualquier relación de pareja en su punto más alto. Todo es encantador, mágico, pasional… Hasta que toca vivir, claro. Sí, ¡vivir! El día a día puede ser mágico, pero también hay un puñado de momentos que pierden gracia en detrimento de una buena ración de realidad aburrida y desesperante. Aquí van esas situaciones estrella, las cuales, fuera de bromas, ¡pueden costarte la relación! ¿Lograréis sobrevivir?
Preguntas sin respuesta
Esta categoría suele albergar dudas respecto a planes. La indecisión es su plato principal y suele traer consigo un ataque de nervios por parte del que pregunta, quizá cansado de que la historia se haya repetido varias veces. La primera vez resulta encantador, pero la decimonovena pone a prueba la paciencia de cualquiera. “¿Dónde vamos a cenar hoy?” “No lo sé.” “¿Qué peli vemos?” “No sé, la que tú quieras.” “¿Dónde vamos este año de vacaciones?” “Puff, no sé, ¡me da igual!” Trata estas situaciones con mano izquierda y, sobre todo, guarda alternativas en la chistera.
El primer regalo
Más importante de lo que parece. Si la lías, quizá no sepas nada de la otra persona y esta se dé cuenta. ¿Qué pinta contigo? ¡Siguiente! Si lo bordas, es decir, si le compras algo especial previo estudio de sus inquietudes, habrás ganado una cantidad ingente de puntos. ¿Qué eres, un simple o un detallista? También puedes tirar por lo típico y no jugártela (perfume, joyas, un jersey…), pero los convencionalismos no suelen concordar con una pareja exitosa, sobre todo si esta costumbre empieza desde el principio de la relación, cuando todo es nuevo y mágico.
Primera señal de rutina
Una noche de pasión, incluso de sexo normal improvisado, suele acabar con una inocente pernoctación, en general bastante desordenada. Sin embargo, pasado cierto tiempo, empieza a haber visitas recurrentes al baño, cada vez menos ocultas, y con lavado de dientes incluido. Cuando se llega a este punto, aunque se gane en higiene (antes no importaba si se dormía tal cual), también se gana en seriedad. ¿Es lo que buscas? Si para ti es algo normal, todo va por el buen camino. Ahora bien, mucho cuidado con sacar el cepillo de dientes antes de tiempo: puede ser lo último que hagas. ¡Analiza bien la situación antes!
Perderse
Con el coche, caminando, entre las líneas de metro… Aquí surge la verdadera personalidad. Es el momento perfecto, pues sacará a la luz su actitud ante situaciones difíciles. ¿Es un amasijo de nervios, mitad tigre de Bengala violento mitad bebé llorica? ¿Es Lara Croft o Indiana Jones, capaz de echarse el equipo a la espalda y encontrar la solución? En ciertas situaciones complicadas, hay personas que se crecen o, por el contrario, que se acobardan y resultan incómodas. ¿Quién eres tú? ¿Con quién te has liado?
Una pelea con varias copas de más
El alcohol es como la gasolina: solo necesita una chispa para desatar un incendio. En condiciones normales, esa chispa no suele prender ni un granero lleno de paja. Sin embargo, con la mente en estado etílico, cualquier tontería puede provocar una pelea de consecuencias bíblicas: una mirada inocente a otra persona, un reproche del pasado, un comportamiento diferente… El resultado serán los gritos, reproches, la búsqueda de elementos negativos que volcar sobre la otra persona y, posiblemente, una suspensión cautelar de la relación. Pero suele acabar pasando, a no ser que se te vaya de las manos y digas cosas horribles.
Un viaje largo en coche
Ya sabéis cómo os desenvolvéis en múltiples situaciones, pero un viaje en coche puede ser un verdadero aburrimiento, sobre todo si no eres la persona que conduce. La emisora de radio, el estilo de los CD’s, la gasolinera en la que parar y las equivocaciones en la carretera se pondrán sobre la mesa, y solo tú y tu pareja podréis determinar si usar todo eso para pasar un buen rato o para despellejaros vivos. Porque, seamos sinceros: cuando estás en una misma posición durante un largo rato y el paisaje no cambia demasiado, los detalles encantadores pueden desatar un importante ataque de nervios. El “cuando llegamos”, típico en los niños, también saldrá a relucir.
Una fiesta con desconocidos
Puede pasar. En algún momento de la relación, uno de los dos se enfrentará a una situación social en la que se encuentre solo ante el peligro. Quizá seas tú: no conoces a nadie y tu pareja sí, pero no puedes depender de ella durante toda la velada. ¿Cómo actuaría él/ella si te comportaras como un perrito faldero? Deja ese hueso e intenta hacer la guerra por tu cuenta, aunque sea para impresionar a tu acompañante (que vea que no eres un paria). Y tú seguro que conoces a gente genial. ¿Acabarás siendo el rey de la fiesta o te dejarán por asocial y pesado?
Bricolaje, carpintería, jardinería…
Cualquier actividad que pueda hacerte sentir inútil tendrá que producirse tarde o temprano, con tu pareja como principal observadora o como parte del desaguisado. Las reacciones y la paciencia son claves, más aún que la habilidad. Si eres el que observa, no seas cruel si el que monta se ha metido en un callejón sin salida con los clavos y el martillo. Si eres el que monta, no te pongas nervioso e intenta hacerlo lo mejor que puedas. Si ambos os ponéis manos a la obra, trabajad en equipo y dejad los nervios a un lado, los cuales están deseando salir y desembocar en una bronca hacia la otra persona, normalmente solo porque sí.
Si has superado estas situaciones, aunque sea con un aprobado, es posible que tu relación haya tomado la dirección correcta. Pero no te fíes, porque siempre habrá una marca de galletas que pueda acabar con todo.
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