Queda muy poco para tu boda y tienes que preparar las invitaciones. ¿A quién invitar? La familia está más que asegurada para este evento, aunque tengas que pelearte con tu madre por la asistencia o no de ese tío que llevas décadas sin ver el pelo. Al final, acabas cediendo, el señor ocupa su asiento y se hincha a jamón. Pero, ¿qué ocurre con aquellos que solo dependen de ti?
Amigos de la infancia y de la adolescencia
Seamos realistas: ¿hace cuánto que no les ves? Tenías un millón de amigos y amigas con los que construiste cabañas en verano, echaste partidos de fútbol, jugaste al Conejito de la suerte, os tomasteis vuestras primeras copas o planeasteis conquistar el cielo. Hoy en día, de ese nutrido grupo de amigos, una es ingeniera aeronáutica, otro fotógrafo y el de más allá se quedó atrapado en la E.S.O., a juzgar por los rumores. Pero no sabes mucho más. A la mayoría no los tienes ni en Facebook, que es el principal certificado de calidad de una amistad. Si todavía tienes especial cariño por alguno de ellos, pues no le ignoras por la calle y siempre os saludáis con afecto cuando os veis, quizá debas tenerle en cuenta, pero tampoco es 100% necesario. El resto debería seguir en tus recuerdos.
Amigos de la universidad
Si fuiste a la universidad, seguro que tu lista de amigos y conocidos se extendió tanto como un capítulo de Oliver y Benji. En esa época, cualquiera de tu círculo (vergonzosamente grande) era bienvenido a las fiestas en casas o en el césped de la facultad, incluso el chico ese de intercambio cuyo nombre pronunciabas con más kas de lo normal. En el ámbito del cachondeo, en la universidad no había límites.
Sin embargo, la realidad duele y el 95% de esos colegas se quedan en “conocidos de la uni”, sin mucha más relación que rascar de ahí. El 5% restante suele perdurar como parte de la vida social principal o como grupo recurrente a lo largo del año, aunque solo sea para las dos cenas de turno (Navidad y verano). El caso es que siguen en tu vida y contribuyeron a forjar tu personalidad actual. Pero recuerda: ¡sólo ese 5%!
Amigos circunstanciales
Aunque siempre se dice que la vida es corta, a lo largo de ella acumulamos una pila de contactos que suele saturar la agenda del teléfono. A veces, innecesariamente, a veces, con sentido. ¿A cuántos has abierto conversación alguna vez? Estos personajes suelen venir de lugares más esporádicos que los comunes (colegio, universidad, trabajo…), como de un intercambio, de un Erasmus, de un viaje, de un taller de costura o de un trabajo temporal.
Algunos de estos seres tan peculiares llegó hasta tu corazoncito en forma de flechazo y se merece una invitación (otros aterrizaron en tu móvil de milagro). Si lo haces, en tu boda habrá gente de todas partes y parecerás una persona de mundo. ¡Tu boda será la más cool! ¡Pero no te pases! Invita solo a aquellos con los que todavía mantienes el contacto, no a todo el personal del Domino’s Pizza de Bruselas en el que trabajaste hace siete años.
Amigos del trabajo
¿Quiénes son realmente los amigos del trabajo? No confundas amistad con buen rollo. Soltar cuatro tonterías en la mesa de la oficina o comer juntos a diario no implica amistad. Pero si ves a alguna de esas personas habitualmente fuera del trabajo y soléis hablar más allá de esas cuatro paredes, quizá sí estemos hablando de una relación más seria que la puramente laboral. En ese caso, invita a tu boda a esos amigos del trabajo que, de alguna forma, ya se hayan convertido en parte de tu vida. Son amigos con todas las letras, quizá los más próximos en tu vida actual. Tienen que estar sí o sí.
Amigos-exparejas
Si existe amistad con un ex, la relación tiene que estar muy, muy, muy (multiplicado por doscientos millones) olvidada para que tenga un asiento en tu boda. Además, tu pareja tiene que tener muy asumido (tanto o más que tú) el fin de la relación, la imposibilidad de una reconciliación o el renacimiento de chispas y, sobre todo, tiene que llevarse estupendamente con esa persona, con el pasado como una mera anécdota que hasta cause la risa. Aunque todo esto podría darse, es más bien raro, por no decir imposible.
Amigos de siempre
Por muchas vueltas que dé la vida, casi todas las personas tienen un grupo de “amigos de siempre”. En ese grupo hay restos de lo mejor de nuestra tierra en época adolescente, ya vinieran del colegio, del instituto o de clases de violonchelo. Habéis crecido juntos. Por ello, todos ellos deben asistir a tu gran día, incluso el miembro del grupo que te cae fatal (siempre hay uno con el que se casa menos). Ojo: también su novia si la tiene. Cuando los amigos son muy allegados, su invitación siempre debe ser doble, aunque todavía no se haya presentado al susodicho/a en sociedad. Lo importante es quedar bien.
Ahora que sabes a quién invitar a tu boda, haz tu lista y no sobrepases demasiado el aforo con conocidos que no vienen a cuento. Si eres muy sociable, adelante, seguro que todos son amigos de verdad. O no. ¡Piénsalo dos veces, anda!
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