A pesar de que la mayoría de las bodas en España siguen celebrándose en nuestro país, cada vez hay más parejas que optan por buscar emplazamientos diferentes, originales y que aporten un toque más personal a su día.
Este es el caso de Mercedes y Alejandro que, aunque ambos son de Madrid, decidieron organizar su boda en un pueblo cercano a Roma. Hace unos años pasaron unas cortas vacaciones en Anzio, en la provincia de Lacio, a unos cincuenta kilómetros de Roma. Quedaron tan enamorados de este pequeño pueblo costero, que una vez decidieron que querían casarse, no dudaron en celebrarlo allí mismo.
Cuando nos contactaron, tenían muy claro que querían casarse en Anzio o en la provincia, y necesitaban una organización completa, más teniendo en cuenta que querían casarse allí mismo por la iglesia. A través de nuestro corresponsal en Roma, nos pusimos a organizar su boda de ensueño.
Además de mover la apertura del expediente matrimonial a través del Consulado, lo cual fue relativamente fácil ya que el funcionamiento es muy similar al de España, organizamos junto con el párroco de la iglesia tanto la decoración como el conseguir un traductor italiano-español, para así no recurrir a un sacerdote español.
Los novios, ya casados, bajaron las escaleras de la iglesia con muchísima alegría porque la ceremonia fue de lo más emotiva. El sacerdote les dio unas bendiciones realmente bonitas, en las que habló mucho de cómo Mercedes tenía que encargarse del buen funcionamiento de la casa ya que Alejandro trabaja entre Madrid y Londres, y apenas le queda tiempo para nada.
Teniendo en cuenta que, un año antes, el novio había pasado unos problemillas de salud, el sacerdote, conocedor de sus circunstancias, le estuvo dando unas recomendaciones muy positivas, que lograron que muchos sacaran el pañuelo para enjugar sus lágrimas. La ceremonia fue inolvidable, y el día maravilloso, con un sol espectacular bañado por la brisa del puerto.
La comida tuvo lugar en un antiguo convento, reconvertido en restaurante. Los aperitivos se sirvieron en un claustro, y la propia novia ayudó a que la mesa principal quedara espectacular. Fue todo muy íntimo, con una lista de apenas setenta invitados, y la atención del restaurante resultó inmejorable, con un menú típico mediterráneo, en el que no faltaron pan de pizza y de hogaza, gazpacho con mozzarella, lasaña de verduras y cordero asado ‘al estilo español’, con acompañamiento de patatas y repollo. Lo más memorable: el tiramisú de siete pisos servido a modo de postre.
Todos los detalles de la decoración en el restaurante y en la iglesia se gestaron desde Roma, así como las reservas de hotel, mientras que la coordinación de invitados y los regalos -unas cajitas con violetas, el caramelo típico de Madrid-, se llevó a cabo desde Madrid. La fotógrafa también resultó ser romana, mientras que el vestido perteneció a la colección de Raimon Bundó.
Y, a vosotros, ¿os tienta una boda en Italia?
Autor invitado: Concha Molina de En Buenas Manos
Experta en organización de bodas
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