Cupido y sus flechas

“Hola, pequeño angelito. ¿Qué flecha tienes para mí?”. El pobre niño lleva escuchando esa pregunta desde que fuera concebido por la mitología romana.

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“Hola, pequeño angelito. ¿Qué flecha tienes para mí?”. El pobre Cupido lleva escuchando esa pregunta desde que fuera concebido por la mitología romana. Un runrún repetitivo, cansino y que ha perdido validez, sobre todo ante el inconformismo de los jóvenes del nuevo siglo. A pesar de ello, la esperanza oculta de estos millennials todavía sigue dando trabajo al niño del arco, que continúa lanzando flechas a diestro y siniestro, sin recibir un “gracias” de cortesía. ¡Menos mal que solo tenía una flecha para cada uno!

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La cantinela del amor único es un arma de doble filo: cuando se cree que se ha conseguido, el mundo parece una película de Richard Curtis (Notting Hill, Love Actually…); cuando se pierde, la existencia se torna en un bucle de autodestrucción. En este último supuesto, las frases son recurrentes: “¡No volveré a encontrar el amor!”, “¡Voy a morir solo!”. Ante este panorama negro, después de todo lo que nos han vendido, la búsqueda de una nueva luz parece una utopía, con música de Requiem.

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Foto: La Dichosa

Mientras busca el golpe certero, el ser humano se recrea en su ilusión edulcorada, compara y se aísla en su propio universo ideal, siempre a la espera, pero con el corazón pesimista. Muchos de ellos coleccionan experiencias supuestamente intrascendentes, pero se olvidan del valor de todas ellas, de la influencia del angelito rechoncho. ¿Por qué?  Porque en algún lugar mágico espera “the one”, esa persona que Ted Mosby nos recordó día tras día hasta el hartazgo en Cómo conocí a vuestra madre, y quizá en un universo paralelo donde la perfección sí existe. Esa obsesión, a veces, nos ha acabado cegando.

Muchos tienen la suerte de contar con la buena puntería del pequeño; otros, no tanto, y ya han vaciado todas las existencias del Olimpo. Quizá es eso, que no hay una sola flecha para cada uno; que el amor, vendido en embalaje de fantasía, no está limitado a una sola oportunidad. Algunos lanzamientos traen consigo ese “para siempre”, la media naranja que sirve, como mucho, para un zumo repleto de vitaminas. Pero el mundo, aunque bello en su forma, guarda verdad en su fondo, y a veces se necesita más de una flecha para acertar en el blanco. Para ello, es necesario gastar varias naranjas.

Pero, seamos serios: ¿solo hay un amor? Disney nos encantaba, pero también nos engañó alejándonos de la realidad: se pueden vivir diferentes historias de amor o de “amor” increíbles, no solo una; y, en todas ellas, Cupido ha intervenido, con menor o mayor acierto. No hay un solo amor, hay infinitos, pero el momento, el lugar y las circunstancias son claves en la elección de todos ellos. Si no, ¿por qué esos “amores únicos” viven en nuestros barrios, universidades o discotecas de turno? ¿Acaso el destino solo ha limitado nuestro futuro a nuestra zona geográfica? El cielo está lleno de flechas silbando, incluso para ti, tan enamorado/a de tu alma gemela. Solo depende de ti que ese lanzamiento haya sido tan perfecto como para considerarlo único.

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