Cuando hablamos de amor, dejamos ese sentimiento tan poderoso en manos de los seres humanos. ¿Es justo? Se trata de un concepto inabarcable e imperceptible, una forma de vida que, evidentemente, va mucho más allá. Es trascendental. Cualquier documental demuestra cómo los animales son capaces de experimentar emociones. Si tienes un perro en casa, ¿acaso no se alegra cuando apareces por la puerta? Sí, eso es amor.
La película Siempre a tu lado, Hachiko (2009), además de generarnos cascadas de lágrimas, nos enseñó que la lealtad de estos animales es incondicional. En esta ocasión, han sido Kelly O’Connell y James Garvin los afrotunados.
Charlie Bear, el perro de la familia de 15 años de edad, llevaba tiempo lidiando con un tumor cerebral. Con motivo de su estado crítico, la pareja decidió acabar con su sufrimiento antes de la boda de ambos, tal y como suele hacerse en casos de esta magnitud. Sin embargo, durante los días previos al gran día, el perro sacó brillo a su fortaleza y pareció recuperar su excelente estado de antaño. Teniendo en cuenta las cinco convulsiones que había sufrido la semana anterior a la celebración, un cambio de estas características parecía, más bien, un milagro. No hizo falta tomar medidas. Este labrador negro sacó fuerzas de donde pudo y terminó acompañando a la pareja hasta el altar.
¿De verdad se trata de un milagro? A estas alturas de la vida, no creemos en la fantasía, pero sí en el amor. Kelly O’Connell dio una nueva vida a Charlie Bear cuando consiguió rescatarlo de un refugio abandonado. Solo tenía 12 semanas. 15 años después, el generoso cánido devolvió el favor a su dueña con un acto de amor y reconocimiento absoluto. “Lo hiciste, amigo, lo hiciste”, le dijeron. Las fotos de boda de la pareja no hubieran sido lo mismo sin él. “Sólo pensé: ‘yo quiero que vea esto'”, dijo la novia. Y, en efecto, así fue.
La increíble hazaña del perro quedó demostrada cuando, vencido por el cansancio y el esfuerzo invertido, no pudo recorrer por sí mismo el camino de vuelta. Y es que Charlie Bear se recuperó para culminar ese momento exacto, para ser testigo de esa reunión en favor del amor. No tenía fuerzas para nada más; no hacía falta. Tuvo que ser la hermana y dama de honor de Kelly la encargada de llevar en brazos al animal de vuelta. La conmoción fue superlativa, pero mereció la pena vivirla.
Una semana después, Charlie Bear descansó por fin, constatando el motivo por el que aguantó hasta el final: observar cómo su dueña sellaba su amor. Se fue en el escenario de una idílica película americana de Navidad: acompañado de sus seres queridos frente a la chimenea de su casa. En ocasiones, los cuentos e historias se hacen realidad, aunque acojan todos los detalles de la fantasía. Y es que, de alguna forma incomprensible e inapreciable, el amor puede con todo.
Fotos: JenDz Photography.
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