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El sonido de un despertador nunca fue más romántico: la boda de Sara y Julio

Cuando Sara escuchó el despertador sonar sin previo aviso un fin de semana, no se imaginaba que empezaba el día en que su chico le pediría matrimonio. ¡Tras la sorpresa llegó una boda llena de detalles!

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Si un fin de semana suena un despertador que no tienes previsto, no imaginas que ese momento va a desencadenar uno de los días más felices de tu vida. Sin embargo, eso fue lo que le pasó a Sara, cuando Julio, su novio, decidió que ese sería el inicio del plan que había ideado para su pedida de matrimonio. Una pedida que acabó con el sí de Sara y que dio lugar a una preciosa boda retratada por Javier Gurrea.

guardarFoto: Javier Gurrea.
Foto: Javier Gurrea.
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“Tras algunas quejas y un poco de remoloneo, me percaté que pegada al despertador había una nota que decía: ¡Rápido, despierta! Tenemos que coger un tren”, recuerda Sara sobre el día de su pedida. El destino de esta pareja que entonces residía en Alemania no era otro que Wattenmeer, un precioso parque natural. Allí pasaron parte del día, pero lo mejor aún estaba por llegar. Al atardecer, un carruaje que les condujo a la isla de Neuwark, donde tras una romántica cena, iluminados por la luz de la luna y con el reflejo de un faro a lo lejos, Julio sacó un anillo y pidió matrimonio a Sara, que, por supuesto dijo que sí. Y de nuevo volvieron allí, poco después, para hacerse sus fotos de post boda, también junto a Javier Gurrea.

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Foto: Javier Gurrea.

Tras decidirse a dar el gran paso, Sara y Julio comenzaron a preparar su enlace que tuvo lugar en la Granja de San Isidro (San Isidro de Benagéber, Valencia), el día 21 de junio de 2014 coincidiendo con el solsticio de verano.

Para un día tan importante, Sara confió en un modisto para que hicieran su vestido a medida. “Quería un estilo romántico y sencillo”, cuenta la novia que añade que, para conseguirlo, se inclinaron por un tul de seda liso con el que confeccionaron un modelo de corte evasé con escote en V tanto al pecho como a la espada, este último rematado con un gran lazo zapatero.

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Foto: Javier Gurrea.
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Para el resto de sus complementos, Sara apostó por dar un poco de color a su look de novia. Los zapatos eran de un llamativo verde, el color favorito de la novia y el ramo, encargado a Flores Benito Hererra, también incorporaba este color en forma de margaritas de botón, aunque no se olvidaba de otros tonos como el rosa, el naranja o el azul. Las alianzas, diseñadas por los propios novios, y el anillo de pedida destacaban entre las joyas que los novios lucieron el gran día.

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Foto: Javier Gurrea.
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Y por supuesto, Sara no descuidó el maquillaje y el peinado de que se encargaron Ana Ruiz y Marta Ruiz, de la Peluquería Martika de Zaragoza, primas de la novia. “El maquillaje fue muy sencillo, en tonos naturales. Para el peinado opté por un recogido adornado con margaritas de botón y craspedias”, explica.

Por su parte, Julio apostó por un traje negro para el gran día. La personalización de su look no faltó con una corbata verde, a juego con los zapatos de Sara, un elegante chaleco gris y unos gemelos en forma de avión de Uno de Cincuenta, que le recordaban su pasión por los viajes y los aviones.

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Foto: Javier Gurrea.
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Tanto la ceremonia como el convite tuvieron lugar en la Granja de San Isidro, una finca mágica con vistas a la Sierra Calderona y rodeada de naranjos. Cuando llegaron allí, sus invitados pudieron descubrir todo lo que los novios habían preparado para ellos, antes de que estos entrasen acompañados de sus padrinos y testigos a ritmo del Always de Jon Bon Jovi entonado por una amiga de la pareja. “Previamente, yo había acaparado todas las miradas haciendo una entrada en el sidecar de una vespa clásica verde conducida por mi hermano”, recuerda Sara.

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Tras la ceremonia, en la que no faltaron los emotivos discursos de los padres y amigos de la pareja, los novios se marcharon acompañados de Javier Gurrea a hacerse sus primeras fotos como marido y mujer. Les acompañaban también los chicos de Masterclip, encargados del vídeo de la boda.

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Mientras, los invitados seguían disfrutando de la magia de encontrar un detalle nuevo, creado por los novios, en cada rincón. “Para el seating elegimos destinos de viajes (parques naturales) donde nos gustaría ir. Junto a unas maletas, un mapa y algunos artículos vintage, cada invitado tenía un billete con su nombre y un destino. Aparte en cada sitio de la mesa pirograbamos cucharas de madera con el nombre de los invitados y un pequeño dibujo personalizado”, cuenta Sara. Además, los invitados llevaron consigo las invitaciones de boda, ya que cada una de ellas era una pieza de un enorme púzle que los novios les instaban a crear todos juntos en el gran día. “Fue muy especial ver que todos se acordaban de traerlo”, cuenta la novia.

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Y tras la cena, a cargo de Cátering Cinco, la entrega de los regalos a los invitados para los que los novios escogieron tarjetas solidarias de Intermón Oxfam y el momento que nunca falla en las bodas: el del baile de los novios que en el caso de Sara y Julio no estuvo falto de piruetas a ritmo de “Dime que me quieres”, de Tequila.

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Foto: Javier Gurrea.

“Después de todo el tiempo invertido en los mil detalles de la boda, ese día nos dedicamos a disfrutar el momento, desmelenándonos y celebrando con alegría la fiesta de nuestro amor. Un amor que propagamos a los cuatro vientos junto con nuestros seres más queridos”, cuenta esta novia sobre su boda. Y no se nos ocurre una forma mejor de describir cómo vivieron su gran día. ¡Muchas gracias por compartirlo con nosotros y que seáis muy felices!

Si te ha gustado este post, no te pierdas la boda de Sandra y Christian, a quienes unió una beca Erasmus, ni la de Laura y Xavi, una pareja que organizó una boda hipster guiada por sus propias reglas.

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