El verdadero origen de estas tradiciones de boda te dejará con la boca abierta

Siempre hemos creído en unas costumbres cuya realidad podría sorprendernos. ¿Lista para quedarte sin habla?

El verdadero origen de estas tradiciones de boda te dejará con la boca abierta
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Siempre nos hemos dejado llevar por las leyendas que campan a sus anchas en todos los ámbitos de la vida, algunas asumidas desde el pleistoceno. Sí, en las bodas pasa igual. Muchas tradiciones se han asimilado creyendo que su contenido era mucho más inocente, dando lugar a equívocos que han escondido una realidad muy diferente. En Zankyou, somos fanáticos de la investigación y hemos traído estas verdades como puños para que asimiles el origen real de todo el protocolo nupcial.

El vestido

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Primer fallo. Siempre se ha achacado el color blanco del vestido de novia con la virginidad intacta de la novia que, hace tiempo, contraía nupcias (si no era así, vestía de negro). Hoy en día, aunque algunas personas respetan la “tradición” al máximo, muchas otras lo han mantenido por la costumbre, sin llegar a cumplirlo. Pero, en realidad, no tiene nada que ver con eso.

El vestido blanco depende de la Reina Victoria, a la que le apetecía vestirse de blanco para su boda, un color que, además, escogió por ser poco habitual entre la ropa de entonces. Antes de la época victoriana, las novias solían vestir de rojo, hecho que acentúa la falta de rigor de la supuesta tradición que acogimos hace tiempo.

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Foto vía Shutterstock: Everett Collection

El ramo

Aunque el ramo de novia de la actualidad quede perfectamente en las manos de la portadora, la tradición tiene que ver con dos posibles motivos: las supersticiones y el mal olor. En primer lugar, en la Antigua Grecia se colocaban coronas de menta y caléndulas para despertar su poder afrodisíaco y, cómo no, ahuyentar a los malos espíritus.

Por otro lado, la tradición de la peste es una de las más abrazadas. Los ajos y el eneldo que paseaban las mujeres hasta el altar no eran un motivo decorativo, sino un arma para evitar que esta enfermedad hiciera de la suyas en plena ceremonia. Con el tiempo, el ajo y el eneldo se sustituyeron por flores, forjando adornos más beneficiosos para el sentido del olfato.

El velo

El velo actuaba de máscara. Debes recordar que antes las mujeres se casaban por imposición en los llamados matrimonios concertados. Algunos salían bien y otros estaban basados en la mentira y la simulación, pero así era la vida. Así pues, ya que muchos novios no se conocían hasta la boda, el velo impedía que el hombre saliera corriendo si no le gustaba el aspecto de su futura esposa.

Sin embargo, en la Antigua Roma, el origen del velo era también supersticioso. La novia solía llevarlo para evitar que los malos espíritus asistieran a su felicidad y, celosos perdidos, lanzaron alguna maldición al matrimonio. Nos quedamos con esta al ser más rocambolesca y romántica desde un punto de vista histórico, y algo menos degradante que el otro.

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Foto vía Shutterstock: IVASHstudio

El padre acompañando a la novia hasta el altar

En este caso, la mujer vuelve a ser la víctima; esta siempre ha sido tratada como un objeto hasta que las feministas empezaron a alzar la voz. Antes, se suponía que las chicas pertenecían a sus padres hasta que, llegado el día de su boda, cambiaban de manos y pasaban a los dominios de sus esposos. Como si de un negocio se tratase, la novia llegaba del brazo del padre, representando el viejo orden, y pasaba de un lugar a otro como si fuese un kilo de naranjas. Muy romántico.

Las damas de honor

Hace muchos años, las damas de honor llegaron a la tradición nupcial con el único motivo de actuar como cebo para el mal. Así es: una serie de mujeres se vestían muy parecidas a la novia para que, en caso de la llegada de esos famosos malos espíritus, estos se confundiera y no lanzaran una maldición a la protagonista. Hoy en día, las damas de honor suelen ser amigas y familiares muy cercanas con el único objetivo de ayudar un poco a la novia, pero en siglos anteriores la misión principal era la posibilidad de sacrificarse por el grupo.

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Foto vía Flickr: Early Photography Wedding Portraits

El padrino

Hoy en día, el papel del padrino de entonces pegaría más en la película de nombre homónimo que en una boda. Sin llegar a llamarse Vito Corleane, los primeros padrinos debían impedir que la novia huyera o que alguien intentara detener el sarao, aunque este atentara contra los principios de las mujeres. Pero ya sabemos que estas no podían decidir casi nada, ni siquiera quién sería el padre de sus hijos; en caso de un acto de rebeldía, el padrino estaría preparado para detener el motín como le fuera posible. Un matón, vaya.

La novia en brazos al llegar al hotel

También nos encontramos con dos posibles orígenes, uno humillante y otro “malrollero”. En el primer caso, el hombre llevaba a las mujer en volandas por miedo a que esta abandonara el lugar, bastante probable teniendo en cuenta la impostura del matrimonio. Dejando este acto de opresión a un lado, la segunda opción tenía que ver con nuestros ya colegas de siempre, también conocidos como los malos espíritus. Cogiendo a la novia como si fuese un melón, se evitaba que las almas oscuras irrumpieran en la novia a través de sus pies. Muy lógico todo.

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Foto vía Shutterstock: LiliGraphie 2

¿Te has quedado con buen cuerpo? A nosotros se nos ha encogido un poco al corazón, por eso creemos en la reconversión de las tradiciones y, sobre todo, en la originalidad, con el universo de posibilidades que todo ello conlleva. Además, por suerte, los tiempos han cambiado… ¡y mucho! ¡Crea tu propia tradición!

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