Si existe una tradición en cualquier tipo de boda, de cualquier religión, es la de felicitar a los novios justo después de pasar de ser pareja a ser una unión. Es una sensación parecida a la de los abrazos que nos damos con los familiares y amigos tras comernos las uvas en Nochevieja, similar a los achuchones cuando se gana un mundial de fútbol y supongo que igual que cuando a uno le toca la lotería. De este último caso no puedo hablar de forma empírica.
El caso es que el momento de las felicitaciones tiene un sentido especial. Es el cara a cara, el uno a uno. Es el vivan los novios susurrado por cada invitado. Es el instante más especial e íntimo de los novios con todos y cada uno de los familiares y amigos que les acompañan.
Para mí, como fotógrafo de bodas, los abrazos y felicitaciones son algo sagrado. Jamás, y lo digo alto y claro, jamás se me ocurrirá interrumpir estos momentos para realizar tal o cual foto. Este momento es sagrado. Si se va el sol, que se vaya, pero, ver las caras de las personas que muestran todo su cariño a los novios no tiene precio.
Es más, me parecería una falta de respeto interrumpir las felicitaciones. En más de una ocasión he tenido alguna que otra disputa con ermitaños y guardeses que, en su afán por terminar la jornada, pretendían empujarnos fuera y cortar este momento. Lo siento. Creo que deben entender que una boda es algo irrepetible en las vidas de los protagonistas.
Autor invitado: Nano Gallego de Nano Gallego Fotografía
Fotógrafo de bodas
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