Oro blanco y amarillo, casi doscientos diamantes y hasta un monograma real: la pluma con la que Alberto de Mónaco y Charlene Wittstock sellaron su historia de amor ante los ojos de miles de monegascos bien podría pasar por un anillo de compromiso, a la altura de una Princesa.
Sin embargo, los artífices de esta pequeña joya estilográfica de cuento de hadas no son otros que los artesanos del Atelier de Hamburgo de Montblanc: una pieza inspirada en los detalles arquitectónicos del Palacio monegasco, con los colores de la bandera del Principado, engastada con espectaculares piedras preciosas y madreperla. La pluma, única en el mundo, se creó exclusivamente para la ocasión, e incorporaba un grabado con el emblema de la pareja, además de un diseño con una preciosa estructura en forma de jaula, rematada con un espectacular rubí.
El detalle más romántico: los grabados en oro amarillo del plumín, con símbolos que representan el amor eterno, como la silueta de una pareja de palomas unidas por el pico, un juego de alianzas y una corona real.
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