¡Llega la #preguntadelasemana! De nuevo, con el material jugoso que hemos extraído de nuestras redes sociales gracias a vosotros y vosotras. Esta vez, el turno es del velo: ¿con o sin? Antiguamente, resultaba inviable este planteamiento, pero hoy en día gozamos de gran libertad para la elección del atuendo perfecto, el que mejor concuerde con la personalidad de cada uno, ¡sea el que sea!
Un poco de historia
Nunca viene mal saber de dónde vienen determinadas tradiciones y, quizá, actuar en consecuencia según las mismas. No obstante, algunas de ellas dependen del lugar de origen. Por ejemplo, en Oriente el velo tenía que ver con los matrimonios concertados, pues las mujeres se cubrían para evitar el rechazo del hombre, que veía a la novia por primera vez en ese momento. También era un símbolo de sometimiento de la mujer por el hombre.
En Grecia y en Roma ocurría algo parecido que en el primer caso de Oriente, aunque también para evitar el mal de ojo fruto de la envidia del resto de mujeres presentes en la celebración. Y aunque el cristianismo no introdujo la obligatoriedad del velo en el rito religioso hasta el siglo XIX, este está relacionado con la pureza y virginidad de la novia, con el añadido de blanco que representa esos estados.
Evidentemente, el velo es un complemento clásico que muchas mujeres deciden llevar el día de su boda, pues aporta cierta elegancia y firmeza en la manutención de las tradiciones. También es un reflejo de una época en la que el hombre tenía el poder de alguna forma. Sin embargo, todo el mundo puede reinventarse e instaurar sus propias tradiciones, tal y como pasa en la actualidad con las novias veladas.
¡Gana el velo!
El “sí” al velo es el gran ganador de esta dura competición. A un lado del ring, las novias veladas han podido con las no veladas, aunque estas últimas también tienen mucho que decir. Sin embargo, toca hablar de las ganadoras, que alzan el puño en señal de victoria con múltiples argumentos. Por ejemplo, si la boda es religiosa, las lectoras opinan que el velo ha de llevarse sí o sí, aunque siempre queda alguna novia que intenta no hacerlo. Muchas followers esgrimen un “sí” rotundo; otras lo mantienen, pero si este nos les tapa la cara y se queda únicamente en el cabello; y algunas optan por un velo simple, sin estridencias o de color. ¡Hay de todo!
El “no” también es importante
El “sí” gana por goleada, pero el “no” tiene grandes defensoras. ¿Por qué? Las bodas civiles tienen mucho que ver, pues el velo suele reservarse al ámbito religioso. También, algunas achacan su “no” a los orígenes del velo y prefieren hacerlo a su forma. En otros casos, las novias prefieren que el peinado, cuya perfección han alcanzado tras mucho esfuerzo, no se vea ensombrecido por un velo, o se deciden por un tocado para decorar su cabello. En general, los vestidos de novia más innovadores y desenfadados suelen no acompañarse de velo.
Porque depende de muchos factores
En este tipo de disyuntivas, algunas seguidoras de nuestras redes sociales, como ocurre en todos los ámbitos de la vida, no tienen una repuesta rotunda y prefieren analizar la situación. De hecho, el profesional de la moda de novias Jordi Anguera, que ha participado en nuestra #preguntadelasemana, ha respondido a nuestra cuestión de una forma magistral: “El velo es como poner un marco en un lienzo. En función del marco, le das el acabado al cuadro. En función del velo…, ¡le das un realce al vestido!”. Y tiene razón. El velo depende de la novia y de su personalidad, pero también del vestido, que es el ingrediente principal del atuendo nupcial. Algunos vestidos merecen la rúbrica de un bonito velo, mientras que otros desmerecerían con él.
¿Qué te parece? ¿Te sientes identificada con alguna de estas posturas? Aunque te hemos mostrado las opiniones de algunas de nuestras lectoras, al final, ¡vosotras decidís!
¿Te interesan otras preguntas de la semana? Pincha en las siguientes: ¿Dormir juntos la noche previa a la boda? Las lectoras y los lectores responden o ¿Boda íntima o numerosa? ¡Las lectoras y los lectores responden!
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