Quizá todavía no conozcas la historia de Noa Jansma. Si por casualidad has vivido bajo tierra estas últimas semanas, deberías saber que esta chica holandesa es noticia por una iniciativa tan polémica como necesaria. Resulta que Noa, harta de los hombres cansinos que la persiguen y piropean por la calle, ha decidido abrir una cuenta de Instagram, Dear Catcallers, con selfies de ella misma con esos personajes. El perfil ya suma más de 250 mil seguidores.
Aunque pueda parecer retorcido, incluso cómico si se imagina la situación, el objetivo de esta joven es invitar a todas las mujeres a denunciar esta desagradable práctica, todavía presente en nuestra sociedad, presumiblemente moderna. Con una foto en las redes, se señala al culpable de un acto machista, y no solo se pone en conocimiento su imagen, sino que se alerta de la existencia de estas personas. Además, la fotografía viene acompañada de la frase gloriosa del personaje en cuestión. Así, es mucho más fácil ponerle la cruz.
Internet ha revolucionado todo, para lo bueno y para lo malo. Este avance tecnológico ha conectado el mundo a un nivel estratosférico, facilitando la vida en muchos sentidos. Sin embargo, con el auge de las redes sociales, las personas han terminado exponiéndose demasiado al público, hasta el punto de viralizar intimidades por accidente o engaño. Noa ha aprovechado este poder viral de las redes, negativo en ocasiones, para recordar al mundo una de sus partes más oscuras.
Muchas mujeres sufren a diario comentarios positivos a la par que inapropiados sobre su físico. El motivo de estos comentarios es llamar la atención de la susodicha, pero sin la educación que corresponde a las personas con un interés real. Algunas mujeres han conseguido congeniar con desconocidos en los lugares más inesperados, pero las intenciones son diferentes y, sobre todo, vienen escudadas por el respeto. Cuando una chica recibe una grosería por la calle, esta puede ser formulada con un filtro de cumplido desde la perspectiva del chico, pero la realidad muestra la tónica general de la sociedad hacia las mujeres, es decir, la falta de respeto hacia ellas y la obsesión por sexualizarlas hasta lo grotesco. A todos nos gusta que nos digan cosas bonitas, pero las formas y el contenido dibujan una falsa imagen de la mujer, a la que solo se valora por el físico. Estos comportamientos convierten a las mujeres en objetos.
Noa Jansma, con tan solo veinte años de edad, ya ha sufrido los suficientes comentarios como para decir “basta”. Y el motivo no es solo la incomodidad o la confirmación de un estereotipo, sino el potencial miedo que esconden todas esas expresiones. La noche y las calles menos concurridas agravan el contenido de esas palabras y, en lugar de agradar, lo único que consiguen es atemorizar. Los terribles datos de violencia machista hacia desconocidas han estado precedidos por este tipo de comentarios en multitud de casos. Los silbidos y las palabras, la mayoría de ellas soeces, no suponen un halago, sino una señal de advertencia. Y es que, si una persona es capaz de tumbar con tal ligereza la barrera que separa a dos desconocidos, ¿a dónde sería capaz de llegar?
Pero esta práctica no solo afecta a las mujeres, sino que motiva la aparición de actitudes sin límites hacia todo tipo de personas. Igual que muchas chicas reciben halagos dudosamente envueltos, hombres y mujeres son víctimas de insultos y salidas de tono por la ausencia de barreras morales. En cualquier caso, la mayoría de los personajes que esgrimen dichos chascarrillos son acosadores, en mayor o menor medida. Todo el mundo debe saberlo y Noa ha dado el primer paso. Esta vez, Internet solo funcionará para bien. Estáis avisados.
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