Con frases como ‘te haré tocar el cielo’ se sientan las bases de historias tan bonitas como la que hoy os quiero contar. Pienso ser honesto y contaros todo tal y como pasó, tal y como yo lo vi, tal y como lo viví.
En octubre, en la boda de Soraya y Miguel, se acercaron hasta mí dos chicos. Sólo querían expresarme su admiración por mi trabajo, cosa que me abruma y me ruboriza. Pronto conectamos. Unos emails, unas fotos, y, zas, amarramos lazos. En la feria de bodas vinieron a visitarme. Sus nombres, Ruth y Julián. Sus manos, siempre agarradas. Sus sonrisas, imborrables. Son el tipo de personas que exprimen la vida, que achuchan cada minuto.
Más tarde me contarían la increíble historia de su pedida. Una vez que decidieron casarse, Ruth, con grandes dosis de romanticismo, le preguntaba a Julián que cuándo le daría el anillo de pedida… ‘Salgamos a cenar y me lo das..’, decía ella, mientras Julián le engañaba diciendo ‘¿pero qué anillo? Si yo no tengo anillo…’. Y Ruth insistía, no por el anillo en sí sino por el significado y el momento tan especial que puede suponer. ‘Y si vamos al cine y después…. umm… ¿me das el anillo?’.
Pero Julián tenía el anillo escondido debajo de la manga. En el momento más inesperado, en el encuentro más fortuito y aluncinante, sacarcía de su chistera la magia. Ambos son amantes de la escalada. Un frío día de enero junto con su grupo de amigos y de escalada, decidieron ir hasta Espiel, en Córdoba. Se trata de un lugar precioso, idílico, donde la naturaleza y la escalada se funden para hacer sentir a las personas que somos algo más que un sofá y una televisión.
Y sí, Julián tenía guardado el secreto en una cajita. Le pidió a un compañero que montara una vía doble para subir con su chica a escalar, y, a solas, en lo más alto, sacó el anillo y le pidió amor eterno a su pequeña.
Ante una historia como esta, ¿cómo no iba a pedir que la reviviéramos en modo preboda? Lo más alto que he subido ha sido a una escalera para pintar alguna pared o cambiar una bombilla. Lo más vertical que agarro es la ducha… Pero sí. No lo dudé un instante. ¿Chicos? ¿Y si vamos a Córdoba y revivimos aquel fascinante momento? Su respuesta fue un contundente ‘¡sí! ¡por supuesto!’.
El invierno ha sido lluvioso y hemos tenido que esperar bastante para ir a escalar. Pero en el momento en el que tres rayos de sol nos han acompañado, hemos ido directos a la aventura. Allí nos esperaban los wilos, el grupo de amigos que escalan… Gracias a Poti, Pablo, Gloria, Isa, Carmen, Carlos y Nayra, ya que sin su ayuda esta pequeña locura de dos enamorados y un fotógrafo loco no hubiera sido posible.
Una vez más, queda claro: los límites los pones tu. La vida está llena de oportunidades. Gracias Ruti por acompañarme.
Autor invitado: Nano Gallego de Nano Gallego Fotografía
Fotógrafo de bodas
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