Hace dos semanas que Stranger Things regresó a nuestras vidas con la llegada de la segunda temporada. La emoción se ha filtrado por todas partes, sin dejar un espacio sin su maravillosa esencia. La serie, que bebe de los grandes éxitos de fantasía, aventuras y ciencia ficción de los años 80, ha atrapado el corazón de todos sus fans, sobre todo por el increíble magnetismo que despiertan sus personajes.
Como en todas las grandes historias, en Stranger Things, el amor, aunque no sea el elemento central, tiene un papel importante que en Zankyou queremos desentrañar a través de una de las parejas. Y, sí, esta pareja es la que forman dos niños: Once (Eleven) y Mike Wheeler.
Como ya sabéis, Once es una niña víctima de experimentos científicos con fines estratégicos para afrontar la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Estos ensayos provocan que la niña desarrolle unos poderes telequinéticos asombrosos que le permiten mover cosas con la mente.
De hecho, su impresionante habilidad resulta un problema para el pueblo de Hawkins, pues provoca la apertura de un portal hacia un universo paralelo incierto y tenebroso, denominado Del Revés.
Pero, con motivo de esta intromisión a su infancia, la pobre apenas ha experimentado el contacto humano y el tratamiento de las emociones. Apenas sabe hablar. Por ello, al conocer a Mike, algo se desata en su interior, una chispa nueva que, llena de ilusión, prende y le ayuda a sentirse como un ser humano casi por primera vez.
A pesar de vivir entre personas corrientes, Mike tampoco ha sentido algo así jamás. Su corta edad le ha impedido explorar el terreno del amor y la aparición de Once, una chica diferente a las demás, cambia la percepción de su mundo. Su relación de amistad se desarrolla a lo largo de la primera temporada gracias a un cúmulo de sucesos extraordinarios, donde la camaradería permite construir alianzas que, en el caso de los implicados, traspasa las barreras que Mike conocía.
Al final de la primera temporada, tendrá lugar uno de los grandes momentos de la serie: el primer beso entre Once y Mike. Sin embargo, poco después, la niña se volatiliza justo después de derrotar al temible Demogorgon. Los poderes de Eleven son clave para la resolución de los problemas que han surgido tras la aparición del mundo Del Revés, pero el uso excesivo de los mismos tiene consecuencias.
Aun así, en los últimos minutos de la mencionada temporada, comprobamos que Once sigue viva, con un cambio considerable de la pequeña en la siguiente aventura.
Desde que comienza Stranger Things 2, observamos cómo Mike trata de localizar a Once, seguro de su supervivencia y de su presencia en algún lugar entre los dos universos. La niña, que pronto vemos resguardada en una casa custodiada por el bueno de Jim Hopper, siempre recurre al nombre del niño cuando se encuentra en problemas. De hecho, Once utiliza la telequinesis para intentar contactar con Mike en un extraño limbo, con resultado negativo.
Poco después, la pequeña aparece en escena haciendo uso de su extraordinario poder. Pero en ese momento, henchida de rabia y con un aspecto muy desenfadado, observa a Mike y se desarma. Ambos se funden en un tierno abrazo.
El final es apoteósico, pero sencillo, encantador, sin excesos. Once y Mike son dos niños casi adolescentes, pero con su esencia inocente palpitando en lo más profundo de ellos. Por ello, en mitad del baile de invierno, un simple beso, con dudas, miedo, nerviosismo y un sinfín de sensaciones indescriptibles, sirve para dejar al público rendido.
Porque, ¿cuál es el amor verdadero? Cada persona vive el suyo a su modo, dibujando un mapa de sentimientos únicos y moviéndose a través de él con mayor o menor acierto. Pero es único, aunque surja en la infancia, aunque lo haga en la vejez. Y no necesita excesivas palabras o exagerados gestos, ni siquiera la pasión que surge a cierta edad. Basta con que exista, se sienta y se respire. Once y Mike lo consiguen con 13 años y transmiten el mismo dolor, rabia y ternura que dos adultos enamorados sin hacer prácticamente nada. Así es el amor de verdad.
Stranger Things 2 ha constatado una de las relaciones más bonitas que viviremos en la televisión. Y es entre dos niños. ¡Chapó!
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