Una de los asuntos que con mayor frecuencia quita el sueño a las novias es ser el centro de atención el día de su boda. Caerse en el camino al altar con todos los invitados mirando, que el vestido de novia le esté grande o demasiado pequeño o no recordar cómo bailar el vals mientras familiares y amigos te observan divertidos son solo algunas de las pesadillas recurrentes cuando la fecha se va acercando.
Estas preocupaciones llegan a obsesionar a las novias y en ocasiones también a los novios. Hasta el punto de que por haberse focalizado tanto en que algo de eso iba a ocurrir no son capaces de relajarse y disfrutar de su gran día hasta que no ha pasado ese momento. Todos estos miedos responden a la misma creencia: “No quiero ser protagonista”.
Este pensamiento es común en muchas personas y van sorteando en su vida diaria las ocasiones de ser el centro de atención pero cuando llega la hora de casarse no hay escapatoria. ¿Qué motivos puede haber para que nos sintamos tan incómodos en un momento en el que estás rodeado de gente que te quiere y está feliz por ti viendo cómo te casas?
Hay varias razones por las que nos podemos sentir así pero una de las más interesantes y que mejor se pueden resolver en un proceso de coaching es que desde pequeños se nos enseña que ser presumido es malo y ser humilde es bueno, y a lo largo de nuestra vida lo vamos haciendo extensible a muchos ámbitos de nuestra vida. Hasta el punto de que nos sentimos mal por festejar nuestras propias alegrías, parece que si tú te das valor cuando haces algo bien se lo estás quitando a alguien, o vas a hacer infeliz a otra persona por estar contento. Y lo que terminamos haciendo es expresar más los momentos tristes que los momentos felices y darles, por tanto, mucha más importancia. Observa, por ejemplo, qué es lo que responde más la gente a la pregunta “¿qué tal?”, “¿cómo va todo?”. Normalmente pasamos a enumerar la listita de problemas que tenemos esa temporada. Y si no, decimos un escueto “bien”, sin entrar en mucho detalle. Creemos que si contamos lo que nos va mal vamos a ser más aceptados socialmente que si contamos nuestros logros.
Si no tenemos cuidado y no estamos atentos a nuestros propios pensamientos, poco a poco nos vamos olvidando de felicitarnos a nosotros mismos por los retos superados y de sentirnos bien cuando la vida son sonríe, y simplemente lo damos por hecho. Lo que empezó siendo humildad acaba convirtiéndose en baja autoestima. Esto es lo que ocurre cuando llega el momento de que eres la novia o el novio, estas feliz por ello, pero no tienes costumbre de brindar por ti y por tu felicidad. Temes pecar de presumido o de creerte muy importante porque te casas.
¿Por qué ocurre?
El problema está en que confundimos ser presumido o jactancioso con estar orgulloso de uno mismo y agradecido por las cosas buenas que te pasan. Hacemos esos dos sentimientos equivalentes y no lo son, un presumido necesita compararse con otros, habla de sí mismo con respecto a los demás, intenta colocarse en una posición de mayor altura que el otro. Pero alguien orgulloso de sí mismo no necesita de nadie para sentirse bien, él mismo es su referencia, y se alegra de sus propios logros, los agradece y los disfruta pero no se compara con otros.
¿La clave?
La clave en estos casos es darse cuenta de que no esta en nuestro ánimo compararnos, ni hacer que otro se sienta mal, sino que ese día es la celebración de tu compromiso y tu amor por tu pareja, y te mereces ser el protagonista, la razón por la que festejar. Así que, saca pecho, levanta la cabeza y siéntete digno de ser el centro de atención.
Quizás también te interese:
17 motivos por los que querrás haber dado el “sí, quiero” ya
10 errores que hay que evitar en una relación: ¡mejora la comunicación en pareja!
Cuando aún no han llegado los hijos: 20 experiencias que vivir en pareja mientras sólo sois dos
Selecciona a los proveedores que quieres contactar
¿No te quieres perder las últimas novedades para tu boda?
Suscríbete a nuestra newsletter
Escribir un comentario