El Castillo de Cáceres se ha convertido en un lugar de celebración ideal. De cara una boda, la especialidad y el encanto son capitales, y este emplazamiento se ha erigido sobre estas sólidas bases. Ubicado junto a la localidad de Valdesalor (a 12 km de Cáceres), la finca bebe de la historia y el buen gasto para componer un escenario perfecto digno de un cuento de hadas. Al fin y al cabo, ¿quién no ha soñado con pronunciar el “sí, quiero” en un castillo?
La finca
Cuando un territorio ha sido trabajado con los años, se nota. Y el Castillo de Cáceres inició su andadura en el mundo a finales del siglo XVI, con la Edad Media recién terminada, pero inscrita en su recuerdo a nivel de estilo y gloria. Forma parte de la finca de Castillo de la Arguijuela de Arriba, un espacio que no solo acoge celebraciones, sino que se ha convertido en una explotación ganadera y agropecuaria de éxito. Un lugar en activo que complementa el trabajo de la tierra con la experiencia de una casa rural realmente única, porque la imagen medieval e imponente que ofrece este castillo da cuenta de la elegancia y espectacularidad que le vio nacer.
El edificio todavía mantiene la esencia de antaño, y lo hace rodeado de 300 hectáreas de naturaleza en estado puro. Así, se produce una comunión entre piedra y verde, entre tradición y autenticidad, que llega hasta nuestros días con la adaptación correspondiente. Aparte, contempla la Ruta de la Plata y al Camino de Santiago, que serpentea delante de su puerta y coloca un eslabón más en la historia.
Interiores y exteriores
La excelencia de la finca permite disfrutar al máximo de un sinfín de ventajas tanto en exterior como en interior. Debido a su privilegiada ubicación en plena naturaleza, acondicionar cada celebración al aire libre es un regalo. Las ceremonias civiles acogen lo mejor de este escenario bajo el sol o al atardecer, y redondean la experiencia con un banquete bajo sus bellos árboles, adscritos al cielo de la finca como una preciosa red natural.
Por otro lado, y al tratarse de un castillo de semejantes dimensiones, los interiores del edificio están repletos de rincones y secretos para ubicar cócteles, banquetes y fiestas. Con semejante estampa histórica y estilística, vivir la experiencia de una vida palaciega es posible, aderezada con tintes de fantasía. Además, en caso de que la boda sea religiosa, la finca cuenta con una ermita que data también del siglo XVI. El pequeño templo, rematado con todo el romanticismo posible, asciende en belleza rodeado de olivos centenarios. Este rincón regala instantáneas para el recuerdo e imágenes de extraordinaria calidad.
Servicios excelentes
Un lugar tan imponente como el Castillo de Cáceres debe manejarse con maestría, y en el ámbito nupcial mucho más. Por ello, el equipo de asesoramiento de la finca cuenta con un grupo de profesionales que se dedica por entero a los novios y sus necesidades. Con tal de conseguir lo que cada pareja se propone, sus responsables realizan una única boda cada fin de semana, y contribuyen en el diseño y la organización de las celebraciones, siempre guiados por sus novios. Y es que las parejas tienen libertad total en la personalización de su boda, desde la ubicación de la celebración hasta el catering, pasando por todo tipo de partidas. De hecho, en el asunto gastronómico, la finca no tiene exclusividad con ningún catering, por lo que los novios pueden escoger su proveedor preferido, así como dejarse guiar por los responsables del Castillo de Cáceres.
Además de todos los servicios que ofrece, Castillo de Cáceres permite alargar la estancia gracias a sus instalaciones. Posee varias habitaciones entre las paredes del castillo para hospedar a novios e invitados, por lo que siempre es posible asegurar una noche en el lugar o convertir la celebración en un fin de semana fuera.
El Castillo de Cáceres se construye con un propósito: servir como escenario de grandes momentos. Y lo que fuera una casa señorial en el pasado se ha convertido en un emblema para las bodas de las últimas décadas. Un espacio de cuento repleto de magia, buenos servicios y una ilusión imperturbable. Y una boda necesita todo eso.
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