En el siglo XXI, los preparativos de la boda y otros detalles no recaen únicamente sobre la mujer. ¡Menos mal! El hombre tiene un papel importante y sus decisiones influyen en la boda de manera considerable. ¡Las tareas suelen repartirse al 50%! No obstante, en ocasiones, sus elecciones no son las más adecuadas y es necesario que lo sepan. ¿Cómo? Esa es la verdadera cuestión, el galimatías que queremos desentrañar para sacar a la luz la verdad sin hacer daño a tu pareja. No pierdas detalle de estos métodos.
Si estás en mitad de la preparación, echa un ojo a estos 13 pensamientos negativos que tendrás en este tramo de la boda. ¡Quizá los olvides antes lo que crees!
1. Hablar y engatusar
Tranquila, no tendrás que ponerte lencería provocativa para que tu chico asuma sus despropósitos. Utiliza ese lenguaje dulce que amansa a las fieras y que, ante todo, demuestra el cariño que sientes hacia él aunque se plantee cortar la corbata. Esa clase de detalles, tan actuales como un botijo, son los que tienes que hacerle ver con el tacto de una mujer moderna, con voz suave y un contacto físico que mezcle amor y consuelo. Y, sobre todo, expón tus argumentos; no seas de ésas que sueltan afirmaciones con mala leche y exentas de fondo. ¿Eres una chica inteligente? Demuéstralo con una trabajada y argumentada exposición.
Muchas de las decisiones masculinas respecto a la decoración son acertadas y, a veces, mejores que las tuyas. ¡Que no te extrañe! Los chicos de hoy no se han criado con las películas de John Wayne, sino con pastelitos cinematográficos, Ikea y un gusto por la moda exacerbado. En otras ocasiones, tu chico no ha dado en el clavo y, con desenfado, restándole importancia al asunto, puedes ofrecerte a ayudar o a combinar ese tipo de tareas. Juntos, el resultado será mejor, más personalizado y sus malas aportaciones se verán rebajadas.
2. Pasito a pasito
No hay que empezar la casa por el tejado, ni vender la piel del oso antes de haberlo cazado, ni un millón de cosas más que los españoles, ansiosos genética y culturalmente, hacemos sin pensar, sin establecer una estrategia. En este punto, apelamos a tu lado más travieso, al más avispado. Expresa tus gustos en voz alta, sin dirigirte a él, pero lanzando tus ideas en la dirección que él ha establecido. De esa forma, poco a poco, tus pensamientos se introducirán en su cerebro y el camino quedará libre de los suyos, o se abrazarán en un mismo concepto que triunfe de cara a la boda. ¡No hablamos de manipularle! Simplemente, el muchacho confía en ti porque es consciente de que tienes mejor gusto que él.
Si tu ‘compi’ de boda quiere pato a la naranja, por poner un ejemplo bastante típico, y tu no quieres asistir al último aliento de esa preciosa ave, háblale de las virtudes de ese solomillo sobre cama de arándanos que tanto deseas. Pronto, se olvidará de la familia de Donald y el Tío Gilito; hasta seguro que acaba odiando el pato.
Ya que hemos reclamado tu inteligencia, deberías saber que el “no, no y no” está completamente descartado, aunque se diga con indirectas. Si quieres mantener tu treta a salvo, cede en algunos aspectos y tus estratagemas darán su fruto.
3. Imposición
Sí, a veces es necesario. Pero, ¡ojo!, porque esta medida se debe dar solo cuando la situación “se sale de madre”. Sus ideas disparatadas que, por otro lado, suelen primar en los hombres más anticuados, deben erradicarse como una enfermedad. Si quiere organizar una capea y tú no comulgas con la filosofía taurina, las vaquillas no caben en tu boda y debes hacérselo saber en forma de ultimátum. No utilices esta técnica como norma, pues quizá, solo quizá, el hombre de tu vida se convertirá en tu peor enemigo, pero guárdala en la manga por si decide cambiar las verduras al vapor por patatas fritas (largas y esbeltas, como las del McDonald’s). Éstas quedan genial un sábado por la noche, pero en tu boda debes alejarlas con un spray de pimienta, si hace falta.
Con este método, tu chico debe aprender algo muy sencillo: ‘no’ significa ‘no’, y suele venir acompañado de numerosas exclamaciones. Si se pone tonto, hazle saber que, de salirse con la suya, la boda será una completa decepción para ti. Hazle ver que juntos es posible llegar a un consenso.
No obstante, no cantes victoria todavía: éste es un camino de doble sentido. Seguro que te crees un as de la decoración, de los detalles y del buen gusto, pero hay novias que se pasan de horteras o empalagosas y, por desgracia, no lo saben. Si tu marido dice que ‘no’, también significa ‘no’, y no por ello es un machista. La fórmula vale para ambos y debes asumir lo que ello supone. También es posible que ambos tengáis buen gusto y que, por algún motivo, no os sintáis cómodos con lo que el otro demanda. Este ‘no’ rotundo también es válido para las dos partes en este caso.
4. En busca de la imparcialidad…
Ante la inutilidad de las estrategias o la falta de entendimiento, solo queda una salida: buscar un árbitro. Éste no debe ser el padre de nadie, ni el mejor de amigo de uno… ¡Tampoco un primo! Nadie que incline la balanza por culpa de los lazos afectivos. Esta persona debe ser alguien imparcial, que os quiera por igual y que sepa ayudaros arrojando objetividad. También es válida una persona ajena que, haciendo uso de su buen gusto (aseguraos bien de ello (miradle la ropa, buscad riñoneras…), no se decline por un sujeto y sepa valorar el asunto sin presiones.
Si esto no funciona, no hay muchas más alternativas. Lo mejor es que cada uno saque su lado sensato y empático. Si de verdad os queréis, si sois almas gemela, ceder no será tan complicado. Quizá la aportación excéntrica de tu pareja aporte un aire divertido y original al evento. Seguro que se han visto cosas peores.
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