La presentación de Marta y Pedro no pudo ser menos convencional. La primera vez que se vieron fue cuando Pedro, amigo de una de las compañeras de piso de Marta, fue a llevarles una tarta de cumpleaños. Marta estaba en pijama, pero el flechazo fue instantáneo y esa misma semana Pedro la invitó a salir.
Con antecedentes como esos, la pedida de mano, en un parque londinense, solo podía tener una respuesta: ¡sí quiero!. Fue entonces cuando comenzaron a preparar un enlace en el que no faltó ningún detalle y que quedó captado por las cámaras de Lau Cleo Studio.
Para el día más especial de su vida, Marta escogió un diseño que le sentaba como un guante y con el que estaba espectacular. Se trataba de un vestido de Jesús Peiró, elaborado en raso de caída evasé y manga larga. El detalle que acaparó todas las miradas fue su espalda con un precioso escote ilusión abotonado y salpicado de flores. ¡Sencillamente increíble!
La novia no quiso desprenderse en su día del anillo de pedida que Pedro le había regalado: una pieza años 20 de oro amarillo con diamantes y una esmeralda que su chico compró en una tienda de antigüedades de Londres. Las alianzas, con la inscripción “Polvo serán, más polvo enamorado” y unos pendientes antiguos regalo de la madre de la novia completaban las joyas nupciales.
Para los zapatos, apostó por la comodidad. “No soporto los tacones por lo que opté por unos zapatos de piel plateados especiales para bailar salsa de Oobashoo (muy acolchados). Para el baile me cambié por unas manoletinas plateadas de Topshop”. El ramo, de Pando floristas, llevaba eucalipto, cardos azules y brunias grises.
Para el peinado y el maquillaje, Marta escogió a Naccho Madri y Carmen Fernández. Como complemento a su peinado, un precioso moño alto del que caía el velo, Marta lució una corona diseñada por Olga Plié.
El novio, por su parte, iba muy elegante con un traje de Hugo Boss, corbata de Purificación García y un chaleco gris que se hizo a medida en una sastrería londinense.
El Santuario de la Virgen de la Cueva, un lugar mágico en una preciosa cueva con un río y un puente, fue el lugar que ambos escogieron para la ceremonia religiosa. Hasta allí llegó Marta junto a su padre bajo la atenta mirada de Pedro, que esperaba emocionado en el altar.
Durante la boda hubo tiempo para las miradas de los novios los gestos de amor y algunos de los momentos más especiales del día, como el intercambio de los anillos.
Tras el sí quiero, Marta y Pedro, acompañados por Lau Cleo Studio se hicieron sus primeras fotos como marido y mujer, algunas de ellas al son de la música, mientras sus invitados se dirigían hasta el Palacio de Rubianes, donde tuvo lugar el convite.
Para la ocasión, Marta contó con la ayuda de Pando floristas para decorar el Palacio. “Pusieron una mesa-bodegón típica asturiana en el cocktail, pero lo mejor fueron los meseros. Como me encanta la lluvia y todo el mes la predicción daba tormenta, compré botas de agua de colores para niños pequeños y ellos las colocaron con diferentes flores silvestres en las mesas. Conseguimos impresionar a todos los invitados. También se encargaron del sitting plan, aunque yo hice las tarjetas de las mesas con los paraguas”, explica.
Tras la cena, llegó el momento del baile de los novios. “ La canción que escogimos para ese momento es una maravilla, At Last de Etta James. La cantó en directo Trish Ahern, una gran amiga irlandesa que vino de Londres para la boda. Dimos bengalas para los invitados mientras bailábamos. Después volvió a cantar Noches de boda de Sabina y bailamos con nuestros padres (y los invitados nos acompañaron)”, recuerda Marta.
Y es que en la boda de Marta y Pedro no faltó ningún detalle, pero lo que más se vio fue a una pareja enamorada pasándolo bien y celebrando su amor con sus amigos y familiares. ¡Enhorabuena a los dos y que seáis muy felices!
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