Una boda tiene dos protagonistas. Sin embargo, la sociedad siempre le ha guardado un papel especial a las mujeres que deciden contraer matrimonio, independientemente de la naturaleza de su boda. Ellas son tan relevantes que reciben la mayoría de comentarios y atenciones. De hecho, la historia es la principal culpable de este suceso, pues casi todas las tradiciones de las bodas están ligadas a ellas. Echemos la vista atrás.
Algo viejo, algo nuevo, algo azul y algo prestado
Una costumbre legendaria que podría venir de las historietas de nuestras abuelas. Sin embargo, se da mucho más de lo que pensamos. Pero, ¿por qué existe esta tradición? El ‘algo viejo’ tiene una raíz sentimental y familiar, por eso la prenda o el complemento elegido para ello suele ser una reliquia de la familia, como el vestido de alguna mujer del pasado o alguna joya que sea un símbolo dentro de la familia. El ‘algo nuevo’, sin embargo, actúa en contraposición y simboliza la nueva vida que la joven de la familia va a emprender; aunque ella ya tiene una familia, su objetivo es formar una nueva.
En cuanto al ‘algo azul’, se recurre a este color por la pureza y la fidelidad que se le asocian. Ante un matrimonio, hay valores que ayudan a preservar el carácter inocente de esta unión. Y, finalmente, el ‘algo prestado’, un buen augurio para la nueva aventura. Este objeto debe pertenecer a una novia que haya tenido felicidad en su matrimonio y, de esta forma, asegurarse de un futuro más o menos prometedor.
Arroz
Ya te lo explicamos en post anteriores, pero el arroz proviene de Oriente y está íntimamente ligado a la fertilidad. En Europa, concretamente en la Antigua Roma, la tradición comenzó con los pasteles de trigo y los frutos secos que se partían sobre las cabezas de los novios. Además, las mujeres portaban espigas en su pelo. Todo ello con el mismo objetivo: contribuir a la fertilidad, fecundación y descendencia de la pareja. Poco a poco, la tradición va mutando con las alternativas de los pétalos de rosa o las pompas de jabón.
El ramo de flores
Los mitos en torno al ramo de flores son varios y se reparten en diferentes zonas. Para empezar, el país de Egipto es el protagonista. Allí, las novias paseaban una serie de hierbas aromáticas para ahuyentar a los malos espíritus y evitar malos presagios de cara a su futuro conyugal. No obstante, se dice que en la Edad Media se optaba por este remedio para contrarrestar la falta de higiene de aquella época.
Sin embargo, para la tradición de lanzar el ramo, tenemos que viajar a Europa, concretamente a Francia. En el siglo XIV, las mujeres del país galo tenían la costumbre de tirar su liga de novia para que el resto de invitados intentaran cogerla con el fin de alcanzar la buena suerte. Con el tiempo, viendo el grado picante y grosero de esa tradición, se sustituyó ese complemento por el ramo, mucho más puro.
Entrar en la habitación con la novia en brazos
Quizá ya haya quedado en el olvido en algunos círculos, pero entrar en la habitación con la novia en brazos no es tan extraño actualmente. De hecho, se practica en homenaje a una tradición que se considera divertida, aunque quizá no lo sea tanto como se piensa. Se considera que los godos y los romanos son los responsables de esta tradición, la cual está relacionada con el rapto de mujeres con fines de repoblación, reproducción y casamiento cuando faltaban mujeres en la zona. Al tratarse de un ejercicio practicado a la fuerza, lo suyo era llevar en volandas a la novia hasta la casa. Si ella pisaba el suelo durante el trayecto, quedaba en libertad. También se dice que traía mala suerte si tropezaba antes de entrar en la habitación.
La luna de miel
La luna de miel es la guinda del pastel de la boda. Sin ella, todo el acontecimiento pierde un poco de gracia, aunque no sea lo más importante. Pero hablando de tradiciones, el concepto de la luna de miel viene de varias culturas. En Babilonia, el padre de la novia facilitaba a su yerno cerveza de miel durante un ciclo lunar entero (un mes). En la Antigua Roma, la madre de la novia ofrecía miel a su hija y yerno para que estos pudieran recuperar fuerzas tras la noche de bodas, además de estar estrechamente ligado con la fertilidad. En el caso de la cultura teutona, los novios bebían licor de miel durante 30 días desde la noche de luna llena en la que celebraban sus nupcias.
Resulta interesante saber de dónde vienen todas esas tradiciones que levantan las bodas. Sin embargo, cada vez es más común la alteración de algunas de ellas para adaptarlas más al siglo XXI. Y no es una mala idea, la verdad.
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