Nos gustan los niños. No tanto como a la bruja de Hansel y Gretel, pero somos conscientes de que transmiten una alegría especial, más bien única. Sin embargo, en los últimos tiempos, se ha reducido la asistencia de los mismos a las bodas, siempre por decisión de los padres.
Esta tendencia es tan significativa que, en muchas ocasiones, los novios (tanto los que se van a casar como los solteros que pretenden hacerlo algún día) se preguntan si organizarían una boda con derecho de admisión de cara a los más pequeños de la casa. Parece políticamente incorrecto, pero también resultaría hipócrita no admitir ciertos pensamientos. Así pues, estamos ante un asunto más complejo de lo que parece. Analicemos, pues, las ventajas e inconvenientes de una boda sin niños.
Desventajas
– Los niños son la alegría de la casa (o de la huerta, según te parezca). Animan cualquier velada cuando se muestran graciosos, especiales y creativos. Su ilusión se transmite por doquier y la mayoría de las personas se vuelven a sentir niños durante un tiempo en su presencia. Sus sonrisas y carcajadas suelen ser contagiosas.
– Mejoran las fotos. Todos los niños destellan un brillo único, tan especial como el olor a bebé. En este sentido, un brillo de esas características no pueden faltar tanto en las fotos de grupo como en las instantáneas aleatorias. Casi siempre salen bien, casi todos son guapos y todos ellos transmiten la inocencia que los adultos perdemos con la edad.
– Los niños más cercanos de tu familia no pueden faltar, porque la boda sería menos boda sin ellos. Pierde sentido que tu gran día no cuente con la presencia de tu sobrino favorito, pero no puedes hacer excepciones si has prohibido a tus amigos de la universidad llevar a su recién nacido. Una boda total merece a todos tus seres queridos metidos en el ajo.
– La imagen social que puedes dar podría ser negativa. En un mundo de apariencias y medias verdades, hablar sin tapujos o tener un comportamiento diferente suele ser condenado, aunque esas personas que muestran su negativa piensen parecido. Por ello, entraríamos en el terreno de lo políticamente incorrecto y podrías ser la comidilla por los siglos de los siglos.
– Muchos de tus invitados adultos podrían no acudir. Algunos de tus amigos y conocidos podrían sentirse ofendidos porque consideran intocables a sus hijos y, de alguna forma, darían validez a ese “rechazo”. Si no quieres que ese amigo de la infancia falte a tu gran cita, mete a su hijo en la operación y que él decida lo mejor.
– La gente puede sentirse presionada. Cuando impones algo, como un código de vestimenta, las personas se sienten reprimidas, aunque en un principio hubiera evitado el comportamiento vetado. Las normas que son obvias no molestan, pero cuando se afronta una realidad desconocida suelen aparecer los problemas. Las personas prefieren sentirse libres desde el principio.
Ventajas
– Algunos son molestos. Nos gustan los niños, pero estos, si son pequeños, suelen llorar. Durante la ceremonia, además, se suele enterar hasta el apuntador si esto sucede. Si no lloran porque son mayores, corren, y en mitad del banquete o durante el aperitivo suele ser un peligro si hay copas y platos de por medio.
– Menús especiales. A pocos niños les gusta el pato a la naranja o los filetes de rodaballo en suquet, por lo que necesitas el correspondiente despliegue de espaguetis, hamburguesas, croquetas, calamares a la romana y helado para nutrir sus vociferantes estómagos. Quizá estos alimentos le quiten glamour al sarao.
– Tiempo para los “papis”. Una boda es un momento perfecto para disfrutar de la compañía de la pareja, la familia y los amigos. Ello implica olvidar los biberones o las manchas de ketchup. Una boda sin niños, por muy cruel que suene, se hace más por los padres que por los novios, que merecen una noche de diversión sin límites. Aunque no estamos a favor de abusar de los abuelos para que los padres puedan vivir la vida (ellos ya fueron padres en el pasado), no está mal que ese día os hagan un pequeño favor.
– Niños desconocidos. Te ahorrarías la presencia de los hijos de amigos lejanos que pintan poco y que, además de llorar y molestar, te constarían un cubierto más. Sin embargo, como hemos dicho antes, hay niños que tienen que estar sí o sí, por lo que el favoritismo sería un error si quieres seguir teniendo amigos.
En el caso de no invitar niños, ¿dónde poner límite de edad? Los adolescentes, con sus salidas de tono y peticiones constates de volver a casa, ¿pasarían el test? No sabemos. Lo que sí sabemos es que, a falta de poner restricciones y arriesgarse a las malas caras del personal, quizá deberían ser los padres los que tomen las decisiones. ¿Tú que prefieres?
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